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CAPÍTULO LIII
Respira



Sus orbes avellanas emanaban su propio brillo, él jamás había visto una pecera así de hermosa y extensa como la nueva instalación que había en el hospital, aguas cristalinas con hermosas especies de peces coloridos que moldeándose a las aguas se desplazaban como magestuosos especímenes.

—Ha estado perdiendo cabello, cada vez me preocupa más.

El muchacho posó uno de sus dedos en el cristal, haciendo como si tocase aquel pez de espinas cuyas mismas parecían ser una corona.

Sabía que alguien estaba hablando justo a su lado, pero a él no le importaba la verdad de qué se trataba, había encontrado algo interesante para contemplar.

De hecho, los escuchaba tan lejos y no tenía pensado perseguirlos para oír de qué hablaban.

—¿Ya le había pasado antes? —esa voz sí la escuchó claramente, Beomgyu rodó los ojos y enseguida jaloneó al otro muchacho indicándole silenciosamente que mirase los pececitos con él.

—Sí, su doctor dice que es debido al estrés, no suele pasarle todo el tiempo —la fémina se cruzó de brazos admirando también la pecera, moviendo uno de sus pies algo impaciente.

Beomgyu bufó frunciendo su nariz, dedicando una mirada con el ceño fuertemente arrugado hacia las dos personas adyacentes a él.

—Viniste de acompañante silencioso, no le hables a mi madre —espetó el pelinegro mirando también a la fémina quien parecía inalterable—. Mamá, tampoco le hables; y si quieren hablar que sea veinte metros lejos de mí, que no oiga ni el eco.

El otro chico frunció el ceño cruzándose de brazos, miró a Beomgyu y chistó.

—Hoy te levantaste con un humor terrible —soltó intentando picar una de las mejillas del azabache, mas éste se renuía.

—No es eso, es que hablan de mí justo a mis espaldas, literalmente —señaló en tono de voz irritada.

—¿Quieres ir por algo de comer, Beomie? —el chico pelirrojo ofreció su mano para que el menor la tomase juntamente con una de esas hermosas sonrisas que solía dedicarle.

—Quiero dormir, ¿Ya puedo irme? —Beomgyu abultó sus labios cansado, mirando a su madre—. Ya me duelen los brazos, no creo soportar más.

—Luego de aquí vamos a la casa de los Kang, ¿Recuerdas? —zanjó su madre.

Beomgyu se pegó en la frente sin prudencia o piedad.

—¿Cuántos años estarás cumpliendo mañana, Beomie? —Myungjun sonrió ampliamente logrando esta vez tomar las mejillas del chico, apretujándolas y hablándole como si de un infante se tratase.

—Dieciocho años de mala suerte —Beomgyu volvió su mirada a la pecera, diciendo esto en un tono de voz bajo—. La verdad no sé para qué vamos, yo ya dije que no quería nada, mi cumpleaños no es nada especial, no es como si fuera a dejar de cumplir años, el siguiente será igual y ya no tendrá nada de especial porque ya cumplí años y... Bueno.

Cumpleaños, ¿Por qué celebraban los cumpleaños? Un año más es un año más, el siguiente será igual y se repetirá hasta el día de tu muerte.

¿Qué tenía de bueno un cumpleaños? Beomgyu no lo veía, esperaba no ser el único.

Cuando llamaron por su nombre, el muchacho ingresó a la sala correspondiente, antes dedicándole un mirada temerosa a su madre.

Esperaba que esa situación no se volviera a repetir.

His Little Anxiety™ © Yeongyu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora