7. Una verdad como un templo

2.6K 135 19
                                    

El día pasó muy lento, la tensión podía mascarse en el ambiente. Habíamos pasado de estar como dos que se coquetean y buscan algo al odio de siempre, pero sin duda algo había cambiado, al menos para mí. Me estaba planteando tener una vida con el elfo del puto infierno, la persona por la que no me quedaba nada en la vida, pero y si ella a partir de ahora era mi vida. No podía dejar de mirar la puerta del baño, se escuchaba la ducha desde hacía más de una hora, hasta que por fin el sonido del agua se cortó. A los dos minutos, Zulema salía por la puerta envuelta en una toalla con el pelo goteando. Se agachó de espaldas a mí y empezó a buscar en las bolsas, sacó ropa interior, un pantalón negro y una sudadera, con lo que regresó al baño. Apenas unos minutos después, salía totalmente vestida y peinada, y se acercaba a un espejo que estaba en la pared para pintarse los ojos. Ya no pude más y le pregunté - ¿Vas a algún sitio? no creo que sea pruden... -.

- A ti qué coño te importa y sí, voy a salir -.

- Está bien, no sé ni para qué pregunto -.

Salí de la caravana, acababa de tratarla muy mal, pero prefiero que decida que seamos solo socias que no tenerla en mi vida. Aunque el darme cuenta de que la necesito, me hace sentir vulnerable y eso no me gusta, quizá lo mejor es que se vaya. Cogí el coche dirección a un bar de mala muerte que había visto cuando íbamos llegando al camping.

Llevaba bebiendo más de dos horas y aun recordaba el dulce de sus labios y como me había sentido mientras la abrazaba la noche anterior. Quería beber hasta perder el sentido... pero eran más de las 11 de la noche y el ambiente que me estaba rodeando me empezaba a abrumar.

- ¡Eh morena! A la próxima te invito yo. Camarero ponle otra a la señorita -.

- A ver baboso de mierda, mis copas las pago yo. No necesito que ningún hombre las pague y menos un enano como tú - respondí con cara de asco a ese hombre, si se podía llamar así, pues no debía medir más de 1,50cm.

- Uf, con malas pulgas... tal y como me gustan, fieras -. Respondió el hombre lamiéndose los labios.

- A ver GILIPOLLAS, no entiendes que ninguna mujer en su sano juicio tendría nada contigo por su propia voluntad - de un momento a otro, tenía a ese tipo delante de mí, me levanté pero el alcohol hizo mella en mi estabilidad y recibí un buen puñetazo en la mandíbula que me hizo caer de espaldas. Como pude me levanté, cogí el vaso de la barra y se lo reventé al enano en la cabeza. Los de seguridad me sacaron a rastras, cogí el coche como mejor pude y me dirigí a casa. Sí, a casa, acababa de darme cuenta de que era con ella con quien quería estar de una forma o de otra, ella era mi casa. El camino era de apenas 3 minutos en coche y se me hizo una eternidad, le di varias veces al coche con la mediana de la carretera, pero al fin conseguí estacionar el coche al lado de la caravana, bajarme a duras penas, llegar hasta la puerta y tras varios intentos conseguí abrirla. Allí estaba ella, sentada en la cama mirándome con cara de pocos amigos.

La verdad es me apetece ducharme, tendré cuidado con la herida y me cambiaré el esparadrapo. Aunque lo de ducharme y ponerme la misma ropa no me hacía demasiada gracia, entonces me acordé de las bolsas de las que Zulema había sacado sus cosas, - No creo que le importe que coja algo prestado -. Empecé a mirar y para mi sorpresa dentro de la bolsa grande había dos, una abierta y revuelta, sin duda de la que había sacado la ropa cuando salió de la ducha; y otra cerrada, en la que podía leerse PUTA RUBIA, - siempre tan cariñosa y amigable - aunque estaba enfadada no pude evitar sonreír. Abrí la bolsa y había cinco pantalones, dos sudaderas, tres chaquetas, cinco camisetas y seis conjuntos de ropa interior, además de un pijama de Disney, más abajo había unos botines, unas convers y unas zapatillas de casa, pero lo más increíble... todas las tallas eran correctas... hasta las de la ropa interior. - ¿En qué momento me has estudiado tanto y no me he dado cuenta? -. Cuando salí de la ducha eran las 10 de la noche, cogí un par de donuts de los que sobraron la noche anterior - Mañana habrá que ir a comprar comida si no queremos morir de desnutrición -. Recogí un poco las bolsas del salón y me senté en la cama, a esto eran más de las 11 - ¿Dónde habrá ido esta mujer? -. De repente escuché el coche estacionar al lado de la caravana, como Zulema se bajaba del coche y se peleaba con la puerta antes de abrirla, hasta que por fin entró y la vi avanzar tambaleándose - ¿Se puede saber dónde coño has estado? - hasta que reparé en la sangre de su nariz que chorreaba por su mejilla y el golpe que traía en la misma - ¿Qué te ha pasado? - pregunté levantándome y acercándome a ella hasta que logré acariciar su cara.

- Un un eenanoh me ha dado una hostia, pero lereventado un vaso en el careto jajaja -

- Dios mío como vienes, ¡pero como se te ocurre ponerte así! ¡y venir conduciendo! - si no fuera por como traía la cara la hubiera hinchado a hostias.

- Tú tambié vaz a irte, a dejarme sola... - me respondió y me abrazó.

- Ven vamos al baño, a ver si con una ducha fría se te pasa un poco la cogorza que traes -. Una vez llegamos al baño como pudimos - A ver ayúdame a quitarte la ropa - ella solo me sonrió. Le quité la sudadera y con su ayuda el pantalón.

- Rubiahh no estamosh en igualdad... a ver... esto fuera - me quitó la camiseta - esto fuera también - dijo señalando el pantalón del pijama de Minnie y yo no pude hacer más que quitármelo. Al fin conseguí meterla en la ducha y darle a tope al agua fría - TE VOY A MATAR MACARENA, TE LO JURO -.

- Ya, ya lo sé, a ver si se te quitan las ganas de beber así - le dije, ahora que recuperaba la consciencia mi enfado de toda la tarde iba rebrotando, más al pensar en la irresponsabilidad de venir conduciendo.

- Ven aquí - conseguí arrastrar a la rubia debajo de la ducha.

- Reza Zulema, reza mucho porque la que te va a matar voy a ser yo - respondí pegándole manotazos para que me soltara.

- Shhh - le puse un dedo en sus labios - calla... te va a gustar - y sin que lo esperara me lancé a sus labios, apresándolos entre los míos, arrepintiéndome de no haber pasado la tarde haciendo esto y no intentando apagar mis ganas en whisky.

Al principio la notaba reacia y dispuesta a soltarse de mi agarre, pero poco a poco fue cediendo, empezaba a temblar por lo que le di al agua caliente, puse mis manos muy suave en su cintura y seguí besándola despacio, disfrutando del momento - Rubita vamos a salir de aquí y a secarnos que al final vamos a coger una pulmonía. Además, es tarde y estoy muerta -.

- Será lo mejor (suspiro) - me respondió indignada.

Una vez fuera de la ducha, - Maca quítate la ropa interior que está empapada - le dije mientras me desabrochaba el sujetador y me quitaba las bragas. Aunque la rubia se mostraba reticente a moverse, por lo que me acerqué y le dije al oído - Si quieres puedo hacerlo yo - antes de que contestara ya le estaba desabrochando el sujetador, que quité con facilidad. Me agaché y dejé un par de besos cerca de su herida - No te muevas, que voy a cambiarte esto - cogí las gasas y el esparadrapo del lavabo, quité el mojado y se lo puse limpio y seco, aunque podía notar como temblaba ante mi tacto. A continuación, mordí el filito de sus bragas y me ayudé de las manos para terminar bajándolas, todo esto sin dejar de mirarla e intentando no caerme, pues la estabilidad todavía no era mi fuerte.

Zulema desnuda frente a mí, curándome sin ningún tipo de pudor y provocándome con la mirada en todo momento me tenía al borde del infarto. Pero a la vez tenía miedo de que volviera a arrepentirse. Terminó de quitarme las bragas y se quedó de pie mirándome a los ojos, con sus manos acariciando mi cadera.

- Macarena Ferreiro vamos a la cama - me besó como si quisiera grabarse cada centímetro de mis labios en su memoria y así, entre besos, dimos con el borde de la cama.

- ¿Qué estás haciendo de mí Zulema Zahir? - pensé mientras ella me tumbaba en la cama

Siguiente cap: 8. Piel con Piel

ZURENA - NUESTRO OASIS - [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora