33. Distancia

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Tras mi recuperación todo eran risas, palabras bonitas y hacer el amor. Sin embargo, apenas dos meses después las cosas empezaron a cambiar entre nosotras. Zulema buscaba cualquier pretexto para discutir, incluso nos hemos apuntado con la pistola varias veces en un momento de furia, luego tenemos sexo y parece que se le olvida el daño que me hace al tratarme así.

Tres meses después fue la primera vez que ella se fue de la casa tras una discusión, solo fueron dos días pero la angustia por no saber cómo estaba me superaba; ni siquiera era capaz de escribirme: estoy bien, no molestes. El día que entró por la puerta deseaba matarla, pero con sus besos y caricias acabé de nuevo entre sus brazos.

Las desapariciones se fueron haciendo más constantes y nunca me daba ninguna explicación de por qué se iba. Pasamos de hacer el amor a diario, a tres veces por semana, a dos, a cuando ella regresaba y ahora apenas ni nos mirábamos; simplemente teníamos sexo de vez en cuando, pero no había palabras bonitas, no había nada más. Ya no había Te Amo ni Te Quiero, es como si lo que me confesó cuando yo estaba convaleciente se hubiese quedado en ese momento y no hubiese nada más allá. Tan solo hablábamos para planificar los atracos, a los que volvimos cuatro meses después de recuperarme. En este momento, seis meses después de abandonar Portugal, lleva una semana fuera de casa y no sé ni dónde está ni lo que hace.

Las alucinaciones se hacían cada vez más constantes, me incitaban a hacerle daño a Macarena y me cuestionaba todo lo que hacía. Fui a un médico clandestino que me diagnosticó trastorno de la personalidad o trastorno bipolar y me mandó una serie de pastillas. Es cierto que las alucinaciones eran menos constantes pero eran más intensas, y lo que yo necesitaba para estar segura es no tenerlas, aunque tuviera que medicarme de por vida. Cuando me daba una crisis, me escapaba a un hotel perdido en el desierto de Almería, El Oasis, regentado por una señora mayor y su hijo discapacitado.

Esto me estaba costando mi relación con Macarena, apenas teníamos sexo cada dos o tres semanas, ya no tiene ese brillo en su mirada y siempre está triste... pero si estaba a su lado en mis crisis, tarde o temprano no lo podría controlar y le haría daño.

– Díselo – me habían sugerido Joao y Brida en la última visita que les hicimos.

- Joder Zule, vives con ella, por lo que deberías contárselo. Díselo a la rubia, coño – me había dicho Saray en numerosas ocasiones, aunque ella solo sabe que vivimos y atracamos juntas.

Pero no era capaz de confesar al amor de mi vida que mi cabeza me estaba fallando, no podía. Prefiero que me deje a que tenga que cuidar de mí si no soy capaz de controlar este trastorno o no existe un tratamiento fiable.

Llevo media hora dando vueltas a una rotonda porque no sé cómo llegar a casa. Al fin me decidí y me dirigí a nuestro hogar. Entré, la rubia estaba sentada en la mesa con una botella de vodka a la mitad y me miró con la cara empapada en lágrimas. Sin esperarlo, me lanzó la botella con toda la intención de darme pero pude esquivarla.

- ¿¡Dónde coño estabas eh!? Es que como te atreves siquiera a sonreírme... cuando hace 7 días que no sé nada de ti. Sé que hace tiempo estás con alguien, ¡si soy un estorbo dímelo joder y me voy! – me aproximé a Zulema y empecé a darle manotazos.

Paré el ataque de la rubia como pude, la tiré en la cama y me eché encima con la intención de controlarla – No hay nadie Maca, solo tú – y la besé profundamente, un beso al que se resistió al principio pero ante el que acabó cediendo.

La desvestí con ternura, besando cada centímetro de piel que iba desnudando y volviendo a sus labios. Una vez estuvimos desnudas me eché sobre ella besándola con dulzura – Te he echado de menos – dije en su oído y empecé a bajar suavemente en un camino de besos húmedos por su cuello.

Entre el alcohol y los besos de Zulema me sentía embriagada pero a la vez triste... ha echado de menos acostarse conmigo, no a mí... sin poder evitarlo empecé a llorar, intenté disimularlo pero mi reina mora se dio cuenta y paró de besarme para mirarme a los ojos.

- Eh... pequeña – limpié sus lágrimas con mis dedos acariciando sus mejillas - ¿Qué pasa? – y besé con mucha ternura.

Respondí a su beso, necesitaba de su cariño, pero le dije – No vuelvas a marcharte, por favor – y me dejé llevar.

Ver a mi rubia llorar me había partido el corazón, sin embargo, no tuve el valor de decirle que no pensaba volver a irme. Le hice el amor como hacía tiempo que no lo hacíamos, despacio, con ternura, haciéndola sentir lo mucho que la amo y ella correspondió a todas y cada una de mis caricias con el mismo amor, haciéndome saber que me necesitaba tanto como yo a ella. – Tengo que decírselo – pensé. Cuando terminamos de hacer el amor ya estaba amaneciendo, habíamos estado amándonos toda la noche, le di un beso en la frente y la recosté contra mí.

Como siempre había acabado en la cama con ella, ha sido maravilloso, hacía mucho tiempo que no me trataba así... pero... no puedo más con esta situación. No puede irse cada vez que le dé la gana y esperar que yo esté aquí esperándola con los brazos abiertos. – Levanta – la moví para que me soltara de su abrazo, sin ningún tipo de mimo - Que sé que has vuelto porque hoy tenemos programado el robo a la joyería del centro comercial. Gracias por el sexo, ha sido maravilloso y desestresante -. Me levanté, cogí ropa y me metí al baño para ducharme, en el que eché el pestillo. Esto daba a entender que no pretendía que ella me acompañara y, una vez en la ducha, empecé a llorar de nuevo.

Las palabras de la rubia me afectaron, - Cuando regresemos de la joyería tengo que contarle lo que me pasa, no puedo dilatarlo más -.

Nos disfrazamos y llegó la hora del robo. Como siempre Zulema se arriesgó más de la cuenta pero consiguió salir sin un rasguño, cosa que me alegró. Pero ha llegado el momento de decirle – Que no quiero seguir así, tenemos dinero de sobra y no hay por qué seguir arriesgando nuestras vidas. Aunque espero que hablemos y que podamos volver a estar como antes. Yo la sigo amando - besé mi anillo - el que no me había quitado desde el día que me lo puso – pensaba, mientras encontraba las palabras exactas para explicárselo.

Aquí os dejo otro capítulo! Espero de corazón que os guste :)

Gracias siempre por todo vuestro apoyo, los comentarios tan bonitos que me dejáis y los favs!

Siguiente cap: 34. Quiero cambiar de vida

ZURENA - NUESTRO OASIS - [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora