Capítulo 36

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Pasaban de las 9 de la noche, y una ligera lluvia había caído en el lugar, cubriendo el toldo del Porsche y por supuesto la chaqueta ya húmeda del rubio.

—Leon!!!...cariño donde estas!!!—Gritaba Jill desorientada por el alcohol consumido.

—Ya voy linda...

León caminó directo al auto, pero antes de abrir la puerta, regreso su mirada para ver si había regresado la silueta, al no encontrar rastro alguno, entro a este.

Una que otra risa de la castaña retumbaba en el Porsche, el cuál había suficiente luz, ya que la led dentro del auto alumbraba por completo.

—Que te genera tanta gracia risueña—Dijo León encendiendo el automóvil.

—Que te genera tanta gracia risueña—Dijo León encendiendo el automóvil

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—Es que... me causa gracia tu juguete de Pikachu que cuelga en el espejo.

—Oye... Sherry me lo regaló en mi cumpleaños.

—Lo se... Ello me lo dijo,—Tomo pausa y continuo—es lindo... Casi tanto como tú...

La mujer se acercó levemente, y estirando su brazo izquierdo empezó a sobar sutilmente la pierna de León.

Con una voz pícara y sensual dijo:
—Sabes que me gustaría hacer en este momento...—El Agente negó confundido la insinuación.

—Tener un poco de diversión... la parte de atrás es muy espaciosa.

Jill termino de hablar y de forma seductora, paso su lengua por su labio superior, tratando de que León caiga en la trampa.

—Ji...Jill...—Leon paso saliva, apretó su mandíbula y varios músculos de su cuerpo se tensaron.

Tomo la mano de Jill y la quitó de su pierna—Mmm... La idea no me desagrada linda, pero hacerlo en el auto no es tan cómodo...

La castaña río, acto seguido se recargo en el asiento, se estiró un poco—Bien... Tu ganas galán, llévame a casa.

León asintió, y se dispuso a conducir rumbo al departamento.
Durante el camino, Jill parecía confundida y más activa de lo normal, se reía de las luces que observaba por la ventana, y se quejaba de momentos de que León no la consienta cómo ella cree que se merecía.

Al llegar, Jill le pido a León que la lleve cargando, a lo que el agente en respuesta lo dudo, sin embargo al final termino aceptando, sabiendo que probablemente al día siguiente su espalda le duela como nunca.

—Estas pezadita Jill!!—Musito llevando a la mujer en brazos al elevador.

Ya casi llegando al piso de ambos, Jill comenzó a tararear entre susurró y murmullo, mientras León le seguía el juego poniendo ritmo a la femenina voz de la mujer.

El rubio se tambaleó más de una vez, su espalda comenzaba a dolerle, sin embargo, se mantenía firme en llevar a Jill al departamento.

Entraron al departamento, la castaña parecía haberse quedado dormida, por consiguiente León la llevo a su habitación con cierta dificultad.

La historia de Leon y JillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora