Cuando su coche decide prenderse fuego, Jill se queda tirada en mitad del desierto. Con suerte, batería y cobertura puede ponerse en contacto con Maddie que le da una solución.
N5, su banda favorita está de gira por EEUU y el padre de su amiga es el...
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Cojo el teléfono que he dejado en el escritorio mientras buscaba información para una novela que tengo en mente.
― ... y le dije que no se acababa el mundo y entonces me sonrió y seguimos andando como si nada – Maddie termina, aunque sigo sin prestarle mucha atención ―. Su sonrisa es muy bonita, ¿verdad?... ¿Jill? ― pregunta al ver que no contesto. Mierda, ¿qué ha dicho?
― Ehhh, sí, claro ― contesto lo más segura que puedo.
― ¡No me estabas escuchando, desgraciada!
― ¿Pero cuántas veces quieres que escuche la maldita historia? Creo que ignorarte la centésima vez que me lo cuentas no es un crimen. Te tiró un helado encima y le dijiste que no pasaba nada, yo le habría dado un bofetón o al menos le habría insultado, no sé qué más quieres de mí, Madison.
― Lo que te pasa es que estás amargada porque tu Romeo está lejos.
Pongo los ojos en blanco, intento no ser borde y, bueno, se queda en el intento.
― Seguro que mi amargura tiene que ver con eso y no porque mi padre se está muriendo, mi hermano pequeño sigue teniendo pesadillas y se niega a hablar del tema y mi hermano mayor está como alma en pena andando por toda la casa como si no tuviese un trabajo al que ir, ¡es verdad! No lo tiene porque le han despedido por pegarle un puñetazo a la pantalla de su ordenador y atravesarla porque, el que hasta hace seis días era su mejor amigo, le mandó un correo ― digo prácticamente sin respirar.
― Jill...
― Oh, pero ahí no acaba la cosa ― le corto ―. Tengo bloqueo del escritor y me estoy autoengañando buscando información para una nueva novela, información que ya sé de antemano que es una puta basura que no me va a servir de nada y los hijos de puta de la editorial están intentando adelantar la fecha límite y gracias a que Sam no me deja ir a las reuniones, porque te juro que les habría mordido y luego escupido en la cara. Pero tienes razón, mi mayor preocupación es que la maldita estrella del rock no me ha abrazado en siete días.
― Lo siento.
― Me da igual, mira, no quiero discutir y terminar mandándote a la mierda, cosa que es muy probable que pase, así que cuando me calme te llamo.
Y cuelgo sin esperar respuesta.
La sutileza y la amabilidad son mis dos grandes cualidades, por si no había quedado claro.
Miro el portátil y con un suspiro lo cierro y bajo al salón con el móvil. Sigo en la casa familiar, como las plantas de mi apartamento ya estaban muertas antes de salir a la gira del libro, no tengo ninguna necesidad de ir allí. Además, tengo que tener un ojo encima de los dos idiotas que tengo como hermanos, pero tampoco mucho porque igual les asesino.
Zac está durmiendo en el sofá y no me extraña, duerme poco y mal por las pesadillas y eso le hace estar de mal humor y yo no sé si prefiero el mal humor del pequeño o la rabia del mayor. No sólo ha perdido el trabajo por, literalmente, atravesar con un puñetazo la pantalla del ordenador, también ha reventado tres móviles, cada vez que Martin llama estampa el teléfono contra la pared más cercana y me sorprende que sólo se haya cargado tres.