72. Red Velvet

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Soo despertó en medio de la noche, nuevamente había tenido esa pesadilla: Kangin caminaba sobre un charco de sangre, dándole la espalda, sus pasos dejando un rastro imposible de evadir. Rojo... un rojo escarlata tiñendo todo, sus manos, su cuerpo, hasta sus lágrimas. Heechul no se había percatado de nada, seguía durmiendo tan tranquilo como un niño pequeño. Se quedó sentada en la penumbra, respirando profundo. Heebum acudió a ella, restregándose en sus piernas, lo tomó entre las manos e intentó dormir, sabía que sería imposible.

Esperó pacientemente a la madrugada, intentaría huir en ese transcurso. Había prometido pasar el fin de semana entero con él, pero así no podría. ¿Por qué seguía soñando así a GinGin? ¿Qué intentaba decirle? Acarició al viejo gato con algo de pena, el felino levantó la vista y maulló quedito, como para no alertar a su amo.

- ¿Ves? tú también lo sientes... algo no está bien... algo...

Se interrumpió cuando el chico se arrebujó en la cama, estirando el brazo para tentarla.

- Ven aquí - dijo con una sonrisa

Estaba desnudo y su piel blanca hacía que sus facciones fueran aún más hermosas. Tenía el cabello revuelto cayendo por los hombros, la cara sonrojada y sonreía enseñando sus encías, en esa mueca de seducción que tanto le gustaba.

- Dormiste mal otra vez - dijo mientras besaba su frente - te sentí revolverte a la madrugada

- No es nada... sólo un mal sueño...

- Te llevaré con un chamán después...

- Creí que eras ateo

Soltó una carcajada.

- Hay cosas que hasta un coreano ateo hace mi reina - usó el acento coreano arrastrando la erre - ese mal sueño te tiene jodida rato atrás... me doy cuenta y es hora de que lo alejes... no acepto excusas.

Besó su hombro, Soo suspiró y meneando la cabeza suavemente, se dejó llevar por aquel hombre que la consentía hasta el extremo, por sus palabras suaves y relajadas. No quería pensar más.

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La tienda del chamán no era nada del otro mundo. Una habitación sencilla, en colores ocre con litografías de dioses colgadas en las paredes, olor a incienso y una mesilla baja, igual a las que aparecen en los dramas históricos. El hombre vestido en color plata y negro la miró fijamente, serio. Era una mala idea. ¿En qué momento se había dejado convencer de ello !Ah, sí! mientras Heechul la tenía tumbada bajo su cuerpo sobre el ancho sofá del departamento, se sonrojó por ser tan fácil de manipular.

Preguntó cosas usuales como la fecha de nacimiento, hora. Se llevó una mano a la barbilla, pensativo, mientras le contaba su sueño. No era un hombre de muchas palabras, o al menos no con ella.

- Tu tiempo está contado, el mensaje es claro. Partirás antes que aquellos a quien amas, de tí dependerá hacerlo bien o dejar las cosas inconclusas, rotas y perdidas. Conocerás un amor sin límite, eso es inevitable. Pon esto bajo tu almohada - extendió la mano dándole un talismán rojo granate - te brindará un poco más de tiempo, el suficiente para decidir.

Soo no supo qué contestar. El hombre se levantó y con una graciosa reverencia le indicó la salida. ¿Eso era todo? ¿Era en serio? Estaba segura que una lectura de cartas en México hubiera sido más productiva, no pudo evitar sentir decepción. Heechul esperaba impaciente en la estancia, al verla salir le regaló una hermosa sonrisa brindándole paz.

- ¿Estás lista?

Asintió con la cabeza al tiempo que la rodeaba con calidez, dándole un beso en la frente.

- ¿Qué te ha dicho?

Soo dudó un poco entre contarle la verdad y ser malagradecida con su gesto o dejarlo pasar y disfrutar el resto de la tarde.

- Me ha dado un talismán para ahuyentar las pesadillas. No es nada para preocuparse...

Un beso pequeño en los labios interrumpió sus palabras. Era todo, asunto finiquitado. Los sueños se fueron, o al menos a partir de ese día no volvió a recordarlos.

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Leeteuk iba y venía por la larga estancia a pasos agigantados, el corazón acelerado.

- ¿Es en serio?

Shindong suspiró profundamente, asintió desganado, frotándose la sien ¿Es que todo ese lío jamás iba a terminar? ¿En qué maldito momento podrían tener paz de una vez por todas?

- ¿Se supone que no debo saberlo?

Teuk cási escupió las palabras, estaba fúrico.

- Mira... sinceramente no sé qué demonios sucedió...

- Quiero hablar con ella... ahora...

Shindong apenas alcanzó a detenerlo jalando de su ropa, boqueaba como pez fuera del agua, parecía que en cualquier momento estallaría en pedazos.

- JoongSo, piensa con la cabeza y no con las entrañas ¿Qué crees poder hacer?... Es su vida a final de cuentas... Heechul tampoco es un imbécil, si hay alguien que sabe manejar discretamente su vida es él...

El líder inspiró profundamente, molesto hasta la médula ¿Qué sentía en realidad? ¿Enojo porque se avecinaba un nuevo escándalo que no podría contener? ¿Sería éste el verdadero parteaguas del grupo? ¿Había sido un error aceptarla? No. No era eso lo que le calaba hasta el tuétano, eran sus profundos celos. Su desesperación por no poder protegerla y amarla, porque jamás vería en ésos ojos el mismo sentimiento que a él le embargaba.

- Dí a Heechul que necesito hablar con él...

Shindong suspiró hondamente, movió la cabeza lado a lado, derrotado. Si tan solo Kangin nunca se hubiera ido, quizás las cosas serían muy distintas. Demasiado.

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La habitación se sentía demasiado pequeña, le ahogaba. Akbal sonreía, jugaba, saltaba a pasos pequeños mientras tomaba de la mano a Ryeowook, a su padre. Porque sí, ella era su hija. No podía ser suya, aún y cuando eso hubiera sido el mejor regalo por parte de su pequeña tormenta. Soo no podía haberle hecho una trastada de ese calibre, nunca le habría ocultado su paternidad, de eso estaba seguro.

Pensaba en su esposa y su hijo, ése niño que tenía escasos año y medio menos que la chiquilla riendo justo frente a él. Las lágrimas se le quedaban a medio salir, quería abrazarla fuerte, sentir en ella a su madre, despedirse de alguna manera. No quería faltarle al respeto a Wook, ya tenía suficiente con jamás haber vuelto a verla, con nunca volver a sentirla entre sus brazos. Inspiró fuerte, sobando su adolorida frente, iba a estallar en cualquier instante.

- ¿Te duele la nariz? ¿Te está saliendo sangre?... A mí a veces me sale sangre... ¿Quieres que le diga a mi Abu? Ella sabe cómo detenerla...

Una mano pequeña jalaba sus pantalones, bajó la vista con miedo. No quería enfrentar ésos ojos avellana que ahora lo miraban fijo. Estiró los brazos en un momento que le supo eternamente lento, ella sonreía dejándose llevar hacia arriba. Vió su cabello ondearse con el movimiento, una sonrisa de dientes chuecos iluminó ese rostro y una carcajada maravillosa llenó sus oídos, las lágrimas comenzaron a fluir.

Ahí estaba ella. Riendo como cuando pasaban noches enteras sin dormir mientras tenían sexo sin parar, alegrando su mundo solitario, inundándolo nuevamente, de amor, de alegría, de sueños. No, no era su hija, tampoco sabía si le hubiera gustado que lo fuera, de lo que sí estaba seguro, es que deseaba estuviera en su vida para siempre, como su madre jamás había podido.

La Maestra de EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora