Yesung miraba la ciudad desde su habitación. Los autos iban y venían, la gente aglomeraba las calles y en lo único que podía pensar era en las cartas de Kangin y Soo. Tuvo la oportunidad de leer la primera gracias a su pequeño secreto. Habría sido imposible convencer a Leeteuk de no habérselo contado, en verdad lo recordaba como si fuera ayer.
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La noche era fría, los universitarios iban y venían por las calles, familias enteras sosteniendo lámparas de colores y comida callejera. El olor se mezclaba con el de la noche. Soo apareció corriendo desde una esquina, llevaba un abrigo largo oscuro, una bufanda roja que le cubría la mayor parte del rostro, llegó hasta él boqueando por el esfuerzo, el vaho de su aliento era visible gracias a la baja temperatura que imperaba, misma que había ayudado a tener su faz prácticamente cubierta, manteniéndolos a ambos en un perfil bajo.
Caminaron un rato, lado a lado. Ninguno hablabla, ella porque no sabía a dónde iban, él porque no tenía nada para contar. Llegaron al local donde había dejado resguardado su preciado tesoro: la lámpara de deseos hecha por Kangin.
YoungWoon jamás había sido alguien detallista con las mujeres, no en el grado romántico. Sabía exactamente qué decir, cómo decirlo, el énfasis correcto, un guiño, una sonrisa y ¡listo! la chica estaría rendida a sus pies y seis segundos después, se encontraría gimiendo en su cama pidiendo por más.
Cuando lo vió llegar con una linterna fabricada por sus propias manos no podía creerlo. Sonreía como un niño en navidad, orgulloso de sí mismo. Le contó sus planes, incluso dónde realizaría la pedida de mano si ella aceptaba: a orillas del mar. Aún hoy día recordarlo le hacía derramar lágrimas. Era tan doloroso saber que jamás sería, que ella nunca se enteraría, no era justo.
- Si yo los separé, yo tengo que volver a unirlos...
Dos noches antes sostenía ese chintamini rojo cereza entre sus manos, mirando con cuidado todas y cada una de sus uniones.
- No puedo fallar, debo hacerlo con mucha presteza o lo arruinaré todo...
Con la punta de una navaja delgada recorrió lentamente la orilla de un gajo, separando muy despacio el papel delgado pero firme.
- Menos mal que Woonie no lo pegó demasiado fuerte - suspiró
Esa mañana había visitado al chamán de cabecera en la familia Kim. Era curioso si lo pensaba un poco, eran católicos y aún así, su madre lo consultaba para casi cualquier cosa. Aún y con recelo había buscado su consejo, al final ésto no era algo que pudiera pedirle directo a Dios ¿O sí? chasqueó los labios levantando sus ojos al techo.
- Sé que me estás mirando... también sé que dirás «Antonio, estás loco si piensas que un chamán puede más que yo»... pero también debes estar de acuerdo en que esto estuvo mal... éste no era tu designio ¿Verdad?... ¿Verdad?
Recordó las palabras de aquel viejo mientras sostenía la pulsera de oro blanco que Kangin jamás se quitó, necesitaba algo suyo, algo que guardara su esencia.
- Hay un camino trunco, desvíado. El destino que debía ser y no se concluyó, algo o alguien lo distorsionó, quizás un deseo, una petición... Este chico intercambió su destino con otra persona... lo que era suyo pasó a otras manos, pero será por breve tiempo... al final, los hilos rojos siempre se unen, pueden estirarse, enredarse, perderse, pero jamás se van a separar...
- ¿Puedo hacer algo? - las manos le sudaban
- Un deseo... un deseo lo suficientemente fuerte y puro... solo éso garantizará que en la siguiente vida se reencuentren... de lo contrario se perderán por muchas eras... o cuando se encuentren ninguno será libre y solo vivirán breves momentos, robados, tristes...
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La Maestra de Español
FanficPROHIBIDO ADAPTAR COPIAR O MODIFICAR SIN PERMISO DE LA AUTORA. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Ella entró en sus vidas de imprevisto, de la misma manera que dió alegría se convirtió en un dolor enorme. Una historia diferente, con una protagonista inu...