74. Dejando el corazón (Parte Uno)

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Lo más difícil en dejar ir a alguien no es el hecho en sí, sino que ese acto se lleva un pedazo de tí, te desgarra el alma, el corazón, el aliento mismo. Las lágrimas no sirven de nada, porque entre más las viertes el dolor se acrecenta, quieres vaciarte de una vez y no puedes, duele respirar, duele vivir.

Sungmin se había llevado a Akbal casi a la fuerza, ésta no deseaba separarse de su recién descubierto padre, tenía miedo al darse la vuelta, desapareciera igual que Sooná. Había tentado a la niña con un sandwich de atún y helado de fresas, por experiencia sabía era el único chunche que podría hacerla dudar.

Teuk y Shindong comenzaron el éxodo al hotel, los rostros cansados comenzaron a hacer fila.

- Tú no... tú quédate aquí - dijo poniendo una mano en el hombro de Ryeowook - seguro deseas dormir al lado de tu hija...

«Tu hija» esas dos palabras le resonaron en el cerebro como una bomba, estaba intentando mantenerse en pie, sin desmoronarse.

- La madre de Soo está esperándote para cenar...

- ¿No te quedaras conmigo? - preguntó casi en susurro, no quería estar solo

Leeteuk movió negativamente la cabeza. Deseaba estar solo, quería llorar a gusto su dolor, sin nadie que le cuestionara ni le interrumpiera con misericordia.

- Estarás bien... creo que éste es tu lugar... yo ya hice lo que debía... mañana vendré a verte.

Lo atrajo en un abrazo espontáneo, las lágrimas fluyeron entre ambos. Wook asintió con el rostro bajo, se encaminó al pequeño comedor y vió desde el umbral a Azul, sentada en las piernas de Sungmin haciendo pucheros. En cuanto notó su presencia saltó de su regazo para ir a tomar su mano y arrastrarlo literalmente a la mesa.

- Mabu... papi no ha comido

- Lo sé princesa - contestó la mujer con algo que intentaba ser una sonrisa - vamos a alimentarlo ahora mismo... siéntese señor Kim

Sungmin hizo un ademán con la cabeza, indicándole que se apresurara. Ryeowook no hizo ruido alguno, simplemente se dejó caer en la silla, un plato con una sopa olorosa causó que el estómago gruñera, se sonrojó cuando Akbal soltó una risita.

- Gra... gracias - musitó

El olor y calor del platillo entibió su cuerpo, observó de reojo a su suegra. ¿Qué estaría pensando? ¿Había sido correcto que se quedara? de repente el hambre se había ido. Un jarro de barro fué colocado frente a él con una pieza de pan dulce, reconoció ese olor, era el mismo café que Soo preparaba, una sonrisa mezcla de dolor y alegría adornó su faz, temblando acercó aquel líquido café y aspiró el humo que despedía, los recuerdos de ella se agolparon de repente en sus ojos, su rostro sonriente dándole pequeños picos en los labios, en la nariz mientras decía «tómate eso y deja de protestar» las lágrimas se le rodaron.

Unos brazos lo rodearon y acariciaron su cabello, no pudo distinguir quién era hasta que notó las arrugas en las manos cálidas y delgadas. Levantó los ojos y aquella mujer estaba consolándolo, a él, un perfecto extraño que había destrozado dos preciosas vidas, el imbécil que las había abandonado sin luchar, sin insistir y que ahora, rogaba por un perdón tardío, por algo que ni siquiera se merecía.

Se abrazó a ella como si fuera su propia madre, ahogando sus sollozos en su pecho, ella debía estar sufriendo más que él y aún así le prodigaba un cariño inmerecido. No podía sentirse peor, o sí... cuando Akbal subió con dificultad a su regazo y empuñó las mangas del pijama para limpiar sus ojos.

- Perdón madre - hipaba - yo... yo...

- Señor Kim... ya le dije que sé a quién crié, la conocía mejor que nadie, mejor que usted incluso - sus manos cálidas daban palmaditas en su espalda - no tiene nada que explicarme... coma algo y luego vaya a dormir con Azul, ha sido un día demasiado...

Las lágrimas le impidieron continuar. Sungmin se levantó de inmediato, arropándola con una chalina.

- Vamos mamá, ven... te llevo a descansar... Ryeowook y Azul estarán bien... papá ya fué a dormir, ven...

El aludido lo vió desaparecer por el pasillo, Akbal seguía limpiando sus lágrimas con el dorso de sus pequeñas manos, la miró con ternura buscando al amor de su vida en esos ojitos preocupados, en la boca torcida en un puchero.

- Extraño a mami - dijo finalmente colgándose de su cuello - no me dejes sola...

La abrazó con todas las fuerzas de su corazón, estaban ahí, huérfanos los dos, encontrándose en una noche oscura y silenciosa, fría, con el alma rota, dejando ir a la persona más importante de sus vidas.

Con cuidado envolvió a Azul en las cobijas, ésta abrazaba a su pequeño oso y luchaba visiblemente por no perderlo de vista, el cansancio le ganó y cerró los ojos mientras su padre acariciaba su cabello revuelto. Min entró silencioso, dejó un pijama en el taburete y le entregó una manta adicional.

- ¿Estarás bien?

Asintió sin mucha seguridad. En realidad no lo estaba, nunca volvería a estarlo. Antes tenía una esperanza, volver a encontrarla, ya no existía, se había ido.

- Quizás no sea la mejor idea en este momento... - dudó mientras estiraba la mano - Teuk me dijo que te entregara esto...

Levantó el rostro, frente a él estaban dos sobres blancos, pulcros. Sin ningún nombre en ellos. No entendía. Todos habían recibido sus cartas ¿De quién eran entonces?

- Una es de Kangin... - Wook abrió los ojos sin creerlo - es la carta que dejó el día que murió... Heechul la tenía - dijo a modo de excusa - la otra... la otra es una carta de Soo para Akbal... cuando sea mayor y entienda...

El pequeño castaño asintió con los dedos temblorosos. No tenía valor para leer su propia carta, ni para descubrir las últimas líneas de GinGin y mucho menos para romperle el corazón otra vez a su hija con la despedida de su madre. No sabía qué hacer, angustiado levantó el rostro buscando apoyo, Sungmin había desaparecido.

- Genial - se dijo a sí mismo llevándose las piernas al pecho

Respiró, miró el techo por largos segundos. Se arrebujó en el sillón, acomodó la lamparita de noche, tendría que arreglárselas con esa tenue luz.

La Maestra de EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora