40. Humo en la habitación

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- Regálame uno más mami... uno más


Su voz sonaba tan perversa mientras lo tenía encima, no podía hacer otra cosa más que venirme, literalmente. Estaba recostada en la mesilla de la sala con las piernas sosteniéndome fuertemente alrededor de su cadera, mientras él hincado frente a mí me masturbaba con los dedos, esos largos y finos dedos que poseía, tan libidinosos como él provocándome los orgasmos uno tras otro

- Me vas a matar... - jadée

- Uno más... regálame uno más... sé ñiña buena

Eché la cabeza hacia atrás, dejándome caer sobre mi espalda intentando jalar aire, cosa que me fué imposible al sentir su cuerpo entrando en el mío, sus manos en mis senos, calientes y húmedas, sus besos bajando desde la barbilla hasta mi cuello. Cada embestida hacía que perdiera aún más la conciencia, apretando los muslos y elevando mi pelvis sin control.

- ... dámelo mami...

No pude distinguir nada después de éso, aferré mis uñas en su espalda y lo dejé enterrarse hasta lo más profundo, exigiéndole más y más, sintiendo su saliva bajar por mi piel, el sudor resbalando despacio desde el cuello mientras el jadeo que salía de su ronca garganta era la cosa más excitante conocida por mí hasta ese momento.

Dejó caer su frente sobre la mía, regalándome besos suaves y cálidos mientras yo intentaba respirar, sus movimientos me dieron una tregua volviéndose espaciados, lentos.

- Bendita idea la tuya de escaparnos niña...

Reprimí una carcajada, de todas formas no podía respirar, su peso me ahogaba haciéndome sentir cosquillas por todo el cuerpo.

- ¿Mi idea? ¡Te saliste a media grabación van a...!

Interrumpió mi protesta con un beso profundo, prácticamente llegó a mi garganta erotizando mi boca por completo, como si también ahí me estuviera penetrando.

- No podía dejar de pensar en tí – decía con los labios pegados a mi piel causando que me erizara – bruja... - mordía mis labios – provocadora – dibujaba con su lengua en mis pezones – lujuriosa... - hundía sus dedos en mis muslos - mía...

Eso último lo dijo entre dientes mientras me embestía suave, lento, torturándome.

- Eres...

- ¿Dime... ? - una mordida en el hombro – Estoy esperando...

- Eres como un hierro candente... quemas...

- Si supieras cuántos significados pecaminosos encierra eso - nuevamente lamía mis senos sin tregua - lo dirías más a menudo - recalcó mientras mordía mis pezones - te gusta provocarme...

- ¿Cómo lo adivinaste genio?

Sin darle tiempo a nada empujé mi cadera hacia la suya, enredándolo con toda la fuerza que tenía, jalando su rostro hacia el mío para poder morder sus labios, sentir el sabor de su saliva en mi garganta, podía ver cómo fruncía la nariz en un mohín encantador intentando no terminar

- ¿Quieres acabar conmigo de una? - jadeó

Me tomó de la cadera separándonos momentáneamente, riéndose por mi cara de frustración, rodamos por la alfombra

- En la mesa no que es cara...

Me reí con fuerza mientras él me tomaba de la cintura poniéndome encima de su cuerpo, empujando mis senos al vaivén que necesitábamos ambos, las risas se convirtieron en jadeos y los jadeos en gemidos.

La Maestra de EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora