La Maestra de Español

13. Luces de la Ciudad

- Y así es como la inflexión de la letra «erre» suena en español... intenta un poco... no debiera ser tan difícil es un poco más corta que...

Mojaba sus labios mientras explicaba algo difícil, fruncía un poco el entrecejo y contenía la respiración si se molestaba aunque fuera un poco.

- ¿Wookie... ?

Me miraba detenidamente, no pude responderle porque en realidad no estaba prestando atención, no tenía idea de qué estaba hablando.

- Creo que por hoy será suficiente, estás muy desconcentrado estos días...

Desconcentrado. Yo diría que más bien estaba fuera de mi centro, fuera de mi sitio, cuestionándome todo lo que hasta ese momento me definía.

- Sólo estoy un poco cansado noona. Eso es todo. Hay muchos proyectos en puerta y me es difícil volver al ritmo anterior después de dos años.

- Sí, eso debe ser pesado. Realmente admiro la fortaleza que tienen, yo hago una hora en la caminadora y no puedo moverme un mes, ustedes prácticamente no duermen, comen muy poco y no descansan.

- Cuando era un traineé sabía que ésta era la vida que me esperaba...

- ¿Valió la pena? es decir... ¿Nunca te has arrepentido de haber elegido este camino?

- No me veo haciendo otra cosa. ¿Tú te arrepientes de tu vida noona?

- Hay cosas que si pudiera voler el tiempo atrás probablemente las haría de otra manera... o quizás no... no lo sé...

- ¿Por qué lo dices? ¿Cómo qué cosas?

Suspiró fuerte, mirando hacia el ventanal. Por un momento pensé que había cometido un grave error, cruzó los brazos como si tuviera frío, nunca la había visto así. Era curioso cómo todos nos sentíamos cómodos a su lado, podíamos hablar como si fuéramos viejos amigos. Esas cosas que te guardas siempre, las que menos quieres dejar escapar, eran justo las que podías compartir con ella. Siempre entendía, siempre tenía una palabra de aliento, una frase de ánimo o algo para hacerte reír.

- Tuve un novio, ya sabes. El novio que conoces desde la escuela y creces con él pensando que se casarán, tendrán diez hijos, un perro y serán felices para siempre...

Caminó hacia la ventana. La luz del atardecer iluminó su perfil. Iba a levantarme cuando su voz triste y pausada me lo impidió, no sabía qué hacer o qué decirle, me sentía un perfecto idiota por no poder devolverle la misma calidez que ella tenía con todos nosotros.

- Dijo que se casaría conmigo y le creí. Dejé mi casa y mi familia por él, sólo con esa promesa de por medio. Me llevó a un cuarto rentado en una de las peores colonias de la ciudad, ni siquiera dejó su hogar pero me hizo salir del mío - soltó una corta risa cargada de amargura - iba por las tardes a «visitarme» y me llevaba comida que por lo regular, se acababa él y yo solo probaba...

- Eso no es ser un hombre... - no pude evitar decirlo, pensar en ella abandonada como un perro callejero me hizo enojar

- Lo sé, pero a los veinte años no alcanzas a comprenderlo, ni siquiera lo vislumbras y eso fué lo que me pasó. No pude ver más allá de mi nariz, todos me lo advirtieron, la única que nunca vió fuí yo.

No sabía qué responderle. En verdad me sentía mal por ella. Nunca se me había ocurrido también necesitaba desahogarse, mucho menos que tenía tantas cosas encima.

- Mi familia no hablaba conmigo, estaban enojados obviamente. Mis hermanos, mi madre. Mi padre me buscó para darme un celular con el fin de mantenernos comunicados. Me propuso hasta que acabara la carrera él me pasaría una mensualidad, juraba iba a abandonar mis estudios «jamás dejará que hagas algo, siempre fuiste buena estudiante, odiaría ver que todos esos años se van a la basura por alguien como él»