Mentiría si digo que no me acostumbré a despertar y verla junto a mí. Nunca entendí cómo se las arreglaba para estar a un lado en el instante preciso que abría los ojos, ni un solo día falló. Siempre sonriente, con el desayuno dispuesto y recién hecho. No podía ingerir más allá de frutas y caldo de pollo al estilo mexicano, los primeros días tuvo que auxiliarme y los demás se limitaba a observar que me terminara todo.
La segunda parte de la rutina consistía en ayudarme a llegar al baño, la toalla dispuesta y mi ropa de dormir preparada afuera, limpia y planchada, la ropa interior dejaba que yo la seleccionara de un cajón que los chicos habían dejado dispuesto para mí. Un día me contó entre risas una creencia de su país: robarse la ropa interior del chico que te gusta para hacerle un amarre de amor y que sea tuyo. No saben cuánto deseé en el interior lo hubiese hecho, aunque ya le pertenecía. Le respondí que en Corea hay un rito similar, sólo que requiere de un cazo y la oscuridad de la noche. Abrió los ojos como platones y se ahogó en risas, después de eso jamás tuve a la vista su ropa.
Para no aburrirnos a veces me leía libros, siempre en español, algunos eran muy graciosos, otros eran historias de amor y muchas leyendas, aunque esas me agradaba cuando las contaba tal y como había aprendido de su abuela. Le gustaba hacer inflexión de voces, tenía una buena dicción y se emocionaba al grado de a veces hasta llorar con los finales.
Nunca supe qué hacía mientras tomaba la siesta. Probablemente descansaba también, esos días se consagró completamente a mí, rara vez la ví contestar un mensaje o una llamada, tenía dos tonos especiales, uno para Teuk y otro para sus padres, si el teléfono sonaba y no era ninguno de ellos, simplemente lo ponía en vibrador.
Una mañana estábamos escuchando un poco de música mientras ella leía, empezó a tararear suavemente, de repente se interrumpió, me sonrió con algo de picardía y se levantó sin decirme absolutamente nada. Regresó después de unos minutos cargando un instrumento que desenvolvió con mucho cuidado, nunca lo había visto, me dijo que se llamaba tricordio.
Con una gran concentración verificó su afinación, se sentó muy derecha, en una postura muy elegante y comenzó a tocar para mí. Era una melodía muy hermosa de una película antigüa que después vimos, «El Tema de Lara» de Dr. Zhivago. Su voz suave inundó mis oídos:
«En un lugar cerca del corazón, te arrullaré con mi canción de amor. ¿Dónde te encontraré otra vez? ¿Dónde? En ese lugar, lo sé»
- ¿Dónde aprendiste? - se sonrojó un poco con mi mirada
- En la preparatoria... la escuela intermedia... lo toco desde lo 14 años, estaba en una orquesta típica, primero en el coro y luego fuí líder de sección con las mandolinas.
- Dijiste que no te gustaba cantar en público...
- Eso depende del público - respondió guiñándome divertida - hay pocas personas con quienes no me dá miedo cantar...
Me sentí halagado y hasta tentado para hacerle una broma, enmarqué la ceja, crucé los brazos y dije muy serio
- Pues deberías... no me dicen lengua filosa por nada ¿Sabías?
Abrió la boca jalando aire muy sorprendida, pero sobre todo, ofendida
- No lo hice para que juzgaras mi calidad musical... - nuevamente sus dedos crispados y su mirada baja - pensé que te animaría un poco...
Estiré la mano y toqué su mejilla, no levantó la cara pero escuchó atenta mis palabras
- Estaba bromeando... - suspiró bajito - no te pongas enojada conmigo... me gustó... me gustó mucho... tú me gustas mucho...
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La Maestra de Español
FanfictionPROHIBIDO ADAPTAR COPIAR O MODIFICAR SIN PERMISO DE LA AUTORA. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Ella entró en sus vidas de imprevisto, de la misma manera que dió alegría se convirtió en un dolor enorme. Una historia diferente, con una protagonista inu...