8. Idiota

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 Jungwoo aseguró mi presencia en la fiesta de su padre dos días antes de la fecha. Gracias a eso tuve el tiempo suficiente para despejar mi agenda y resolver mis pendientes. Entre ellos llevar mi auto al taller para descubrir que la falla que no lo dejaba andar se debía efectivamente a la batería, esa que ya estaba descargada. En una sola tarde lo tuvieron listo y de regreso a casa, pasé a la licorería para comprar una botella de champan al padre de Jungwoo. Como ya es costumbre para mí, no me permito llegar a las fiestas sin un presente.

   El domingo llega y Yeeun pide que la recoja en su casa. Todavía me cuesta un poco acostumbrarme a eso. Cuando éramos novios lo hacía constantemente, pero no era nada cómodo. Su enorme mansión me intimidaba y hacía sentir pequeño. Y aunque se supone que por los años ya tengo un poco más de colmillo para defenderme, sigue siendo incómodo estar en un lugar en donde sé que no voy a encajar.

   No obstante, los zapatos lustrosos, el traje y el peinado con una línea en medio, me brindan un poco de esa confianza que consideraba perdida. Puse esmero en verme presentable y creo que lo logré. He perdido la cuenta de cuentas veces mi madre me dijo que me veía guapísimo y como ella es la única que puede darme una opinión válida en estos momentos, decido creerle.

   Con parte de ese mismo entusiasmo calentando mi pecho, me dirijo hacia la casa de mi cita. Suspiro y aferro las manos al volante diciéndome a mí mismo que ya no soy ese chico de universidad que se dejaba intimidar fácilmente por miradas escabrosas. Ahora tengo un empleo, un auto y la seguridad de que si Yeeun decide regresar conmigo, no volveré a bajar la cabeza por algo tan superficial como mi status social.

   La fachada de su casa sigue siendo tan imponente como siempre. Los rosales del enfrente están más hermosos y frescos que nunca y la escalinata que lleva a la entrada ha sido pintada de blanco, al igual que el barandal. La habitación de Yeeun queda justo en uno de los enormes ventanales que dan hacia la calle. Muchas veces imaginé llevándole serenata o haciendo alguna de esas cosas románticas que a la gente se le ocurre en nombre del amor. Pero cada vez que lo consideraba, pensaba lo que dirían sus padres al verme; esas personas que parecían no tragarme ni aunque la felicidad de su hija dependiera de ello. Probablemente creían que era un caza fortunas detrás de su hija. No es de extrañarse que nuestra ruptura significara una victoria para ellos. Nunca intentaron disimular que yo no les agradaba.

   Han pasado dos años desde la última vez que los vi y mantengo la esperanza de que sean menos severos o al menos, hayan aprendido a lidiar con sus emociones al momento de vetar a la cita de su hija.

   El guardia en la caseta que permite el acceso, me hace algunas breves preguntas sobre la razón de mi visita. Las contesto todas sin titubear y la valla metálica se mueve, chirriando con cada movimiento. Estaciono el auto en la entrada y le envío un mensaje a Yeeun para avisarle que ya estoy afuera. Ella contesta que baja enseguida y le rezo a todos los dioses que me escuchan para que no me pida entrar. 

   Afortunadamente ella sale y se dirige hacia el auto, sin mostrar otras intenciones. Uno de los criados la acompaña y antes de cerrar la puerta le dice algo que ignora y que probablemente deba recordar después. Ella tiende a ser así con las cosas importantes: las olvida y después se pone nerviosa por no recordarlas.

   Salgo del auto, me apoyo contra la puerta del copiloto y aun de lejos admito que se ve preciosa. Con su vestido celeste y sus zapatillas blancas parece recién salida de un cuento de princesas. Su cabello rubio y lacio que le llega a los hombros y su sonrisa de dientes perlados y radiantes, complementan a la perfección el recuerdo que tengo de ella. 

   Ante el primer contacto clava sus ojos en los míos y después de darme una mirada de pies a cabeza, asiente satisfecha y se acerca para depositarme un suave beso en la mejilla.

Come my way「NoMin」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora