24. Adicción (pt. 2)

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¿No sabes que no soy bueno para ti?

He aprendido a perder

No puedes permitirte lo mismo

Pero nada impide que te vayas

Hay silencio cuando vuelvo a casa

Estoy solo

Podría mentir, decir que me gusta así

Me gusta así...

when the party's over, Billie Elish.

❄️ ❄️ ❄️

Estaba nevando.

   Era diciembre y la ciudad se llenaba de coloridas luces, adornos encantadores y copos de nieve que me gustaba recibir en la punta de la lengua. Las personas iban de prisa, algunas cargando grandes bolsas de lo que parecían ser regalos de navidad, otras intentaban escapar de la ventisca. Las parejas en cambio andaban más calmadas; venían de la mano, recorriendo los senderos espolvoreados de la firme nieve que revestía Central Park.

   Justo como nosotros.

   — ¿No tienes frío? —me preguntó él, sacando la boca de su bufanda azul para poder hablar. Sus palabras se tiñeron del vaho que se mezclaba con su tórrido aliento. Negué con la cabeza, esbozando una sonrisa, él entornó los ojos, seguro no me creía—, ¿Estás seguro? Te dije que iba a helar, ¿Dónde dejaste tu abrigo?

   Observó casi con rencor mi sencilla chaqueta de mezclilla, acompañada de mi camiseta térmica de cuello de tortuga. Toda la mañana me dijo que había escuchado en las noticias que iba a nevar, pero yo no le hice caso. Pensé que exageraba, como usualmente hacía para todo.

   —Estoy bien —me mordí el labio inferior, reprimiendo una sonrisa socarrona—, no seas dramático.

   Bufó y un mechón de su cabello oscuro voló sobre su frente. Me puse de puntitas, aunque los centímetros de diferencia entre ambos fueran escasos, y se lo aparté, sin dejar de sonreír. Su cabello le llegaba hasta los hombros y lo único que me gustaba hacer cuando lo tenía cerca era tocarlo; enterrar los dedos en sus espesas hebras se convirtió en mi adicción más grande, sin importarme que se irritara porque lo despeinaba. Nunca se enojaba conmigo de todas formas. Decía que yo era su más grande debilidad.

   Él tenía tazón, hacía frío, pero mi cuerpo no lo sentía para nada y eso era porque mi interior estaba tan cálido gracias a sus sonrisas y miradas, que poco terminaba interfiriendo el clima.

   —Tampoco trajiste guantes —continuó su reprimenda y entornó los ojos, esta vez sí me permití burlarme de su dramatismo—, Nana...

   —Está bien, está bien, volvamos a casa para que dejes de pensar que me voy a morir de hipotermia en cualquier momento —sentencié, haciendo mi mejor esfuerzo por sonar serio a pesar de que la expresión divertida no se me borraba.

   Él fingió estar indignado, pero yo sabía que en realidad no lo estaba. Tomó mis manos juntas y las llevo hacia su boca donde sopló su tibio aliento sobre ellas. Sus ojos me miraron cautelosos y luego, frotó mis dedos contra las suyos suavemente, dándoles calor.

   —Estás helado, Nana.

   —No tengo frío amor, ya te dije que estoy bien.

   No parecía convencido, así que entrelazó nuestros dedos y los llevó al bolsillo de su abrigo. La otra mano, la que tenía libre, la apoyé sobre su pecho. Me incliné hacia adelante y rocé nuestras narices con ternura antes de dejarle un beso en la comisura de la boca. Él protestó, luego sonrío y volví a besarlo.

Come my way「NoMin」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora