11. Pesadilla (pt. 1)

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El viernes por la mañana al despertar, aparto la cobija y me dispongo a levantarme como lo dicta mi rutina para tomar una ducha. No obstante, al mover las piernas y bajar la mirada no puedo creer lo que estoy viviendo por tercera vez consecutiva.

   Es que esto tiene que ser una broma.

   Una de muy mal gusto, por cierto.

   La primera vez la olvidé, la segunda intenté ignorarlo, pero la tercera...

   Miro hacia abajo y gruño, aumentando a cada segundo el enojo y decepción que siento. 

   Estúpidas necesidad fisiológicas, estúpidas erecciones matutinas.

   Tampoco es que le lleve la contra a mi naturaleza. Como hombre sé que es normal tener erecciones matutinas. He lidiado con ellas durante toda mi vida y ciertamente sé muy bien cómo atenderme a mí mismo. Sin embargo, no todos los días tengo el tiempo de hacerlo, y bueno, no es como que se avecine el fin del mundo porque no me toco, con el transcurso de mi rutina la sensación desaparece y yo no pierdo la calma ni me siento intranquilo.

   El verdadero problema radica en que ahora resulta que no puedo simplemente pasar de ella. Porque está claro que ni de chiste me voy a tocar. Por mucho que mi cuerpo pida atención no pienso darle lo que desea. Ah no señor, suficiente tortura he atravesado estos tres días al despertar como un adolescente hormonado para encima ayudar a mi ruina emocional saboteándome de esta forma.

   En otro momento no hubiera tenido problema con acariciarme y dejarme ir. Pero ahora esto, esto es una cuestión de orgullo, un problema que no se va a resolver hasta que la última persona que me toque de manera íntima sea una chica de linda sonrisa y pechos firmes. No un idiota que pretendía enloquecerme a base de simples caricias.

   —No pienso tocarme, ¿me oyes? —bufo, mirando hacia abajo con rabia.

   Hundo la cabeza contra el colchón y tomo una almohada para ponérmela en la cara y ahogar un grito.

   ¿Qué tan loco no me he vuelto que ya hasta le hablo a mi propio pene?

   Suelto un suspiro y llevándole la contraria a mi cuerpo, me pongo de pie. Odiando la vista que me ofrece mi parte baja; una casa de campaña formándose en mis pantalones tan ridículamente que parece que nunca en la vida me he hecho una maldita paja. No puede ser que esté tan necesitado. Por Dios Lee Jeno contrólate.

   Voy al cuarto de baño y antes de ducharme debo usar el retrete. Bajo mi ropa interior y libero mi miembro haciendo una mueca. Joder, es una verdadera agonía orinar con una erección, el sentimiento de incomodidad me rebasa, esto tiene que parar ya, ¡ya!

   Me desnudo por completo en la regadera y bajo el chorro helado trato en medida de lo posible evitar tocar la zona. Parecería tarea fácil pero lo cierto es que no lo es. Al tallarme el pecho y después el abdomen la necesidad de continuar descendiendo se vuelve tan malditamente tentadora que tengo que apartar las manos y enfocarme en tallar mis piernas, evitando hacer alguna tontería.

   Paso un rato de esa manera: jugando con mi propia paciencia y cuando ya no puedo más, recargo la frente contra los azulejos del baño y cierro los ojos. Puedo hacerlo, lo único que necesito es no pensar demás durante el resto del día. Una vez que llegue la noche descargaré con Mark y compañía mis frustraciones con alcohol. Por el momento lo único que me queda es ser fuerte.

   Pero la sensación persiste; desesperante y desestabilizadora a pesar de que el chorro de agua fría está presente por todo mi cuerpo. Nunca me había abstenido a mí mismo de tocarme si lo deseaba con ganas, ni siquiera cuando iba en el instituto y tenía miedo de que mi madre me atrapara.

Come my way「NoMin」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora