Capítulo 3

153 28 7
                                    

Agua... agua. De todas las mentiras que pude escoger, dije que tomaba mucha agua. Esa palabra se convirtió en un infierno para mí en los siguientes días.

Desde pequeños nos enseñan que mentir está mal, que debemos hablar siempre con honestidad, aunque esto pueda traer consecuencias. Algo que es un poco falso, todos mentimos en algún momento para evitar ciertas discusiones o problemas de una forma eficiente. Al no saber mentir y dejarme llevar por el primer intento de aprendizaje, no me quedó otra opción que convertir mi mentira en una verdad. Empecé a beber agua cada media hora, me atormentaba sentir que le había mentido a mi papá, que le había fallado.

Para culminar el día, antes de dormir bebía tres vasos llenos de agua, agua que en la madrugada se convertiría en orina por varios procesos en mi organismo y éste me obligaría a expulsarla, cosa que hacía que me despertara. Casi sonámbulo bajaba las escaleras para hacer mis necesidades, y mientras lo hacía, veía de reojo el grifo del lavamanos confirmando que todo estaba bien por allí. Sobra decir que antes de subir nuevamente a mi habitación también revisaba la puerta principal, aunque en mi mente hacía el intento de mentirme a mi mismo, diciendo que no me importaba.

Intentaba mantenerme concentrado en no pisar las líneas del suelo. Pocos pueden presumir la gran hazaña de no haber pisado ningún tipo de raya durante tres años seguidos.

Pasaron los días y ya sentía que la mentira se iba desvaneciendo, dejando en mi cerebro un semblante más tranquilo.

Si lo vemos desde un punto de vista más serio y más objetivo, sin especificar el hecho que a un niño no debería importarle esa barbaridad, pude haberle causado un daño a mi cuerpo, debido a la hiperhidratación.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora