Capítulo 11

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8 de mayo de 2008.

La mayoría de mis decisiones siempre fueron erróneas, el no pensar o pensar demasiado, es un peso que nunca consigues cargar de forma correcta.

Horas antes del ansiado robo, tomé los cinco envases donde se alojaban seiscientos veinticinco mililitros de placer líquido, y los vertí en un recipiente más grande. Usaría toda la glicerina que tenía, con el único pensamiento optimista que lograría conseguir más. Si con solo lavarme la cara podía tranquilizarme, un baño con ese líquido, era lo perfecto para poder hacer lo que se me ocurriera.

Cuando empecé a ducharme la sensación fue algo tan indescriptible. Satisfacción en cada rincón de mi cuerpo, llegué al punto donde casi se me escapa un jadeo. Sentir como cada gota recorría mi cara, torso y piernas era placer en estado puro. Un acto casi sexual para un casi enfermo mental.

Salí del baño anestesiado, a partir de ese momento solo tuve algo en la cabeza aquella noche y era conseguir el dinero que necesitaba.

Acomodé mi mochila. Un gorro, máscara, guantes, chicles, linterna y llaves de mi casa y bebí tres tazas de café negro. Todo era parte del plan de eliminar cualquier rasgo de preocupación o ansiedad, de mi cuerpo.

Le dije a mi padre que saldría con Javi y Sabrina un rato para cenar y que quizás me iba a quedar en su casa, que no se preocupara en esperarme, él no puso ningún tipo de imposición y se fue a su cuarto. Apenas se hicieron las 9:06 PM salí de mi departamento con mi mochila al hombro. Llegué veinticinco minutos después a la montaña frente a la ventana de Patrick. Su hora promedio para dormir eran las 10:10 PM, esperaría hasta las once para estar totalmente seguro.

Cuando faltaban cinco minutos para la hora que había planeado, me coloqué los guantes, la mascara y el gorro. Me comí todos los chicles de golpe y bajé cuidadosamente a la puerta de la casa que había vigilado por varios días.

Estaba a punto de empezar a trabajar con el sistema de seguridad, cuando me di cuenta que no había llevado destornillador. La frustración se hizo parte de mi organismo. Negarme era imposible, tenía que entrar a esa casa sí o si. Ya no me quedaba glicerina, debía intentarlo de alguna manera.

Había otro método, un método sumamente sospechoso, tanto que, cuando lo vi por primera vez, pensé que era una especie de broma. Consistía en poner un patrón de números que desactivaría la alarma por el mismo tiempo —siete minutos, dieciséis segundos—. Ese método era mi última esperanza. Me sabía la combinación de memoria, con ver el video una sola vez quedo clavada en mi mente.

Respiré profundo y puse la aquel patrón de números que me había memorizado sin querer:

Cero, cuatro, cero, tres, uno, cuatro, cero, siete, uno, ocho.

Se escuchó un ruido y una voz angelical que me decía con una delicadeza milagrosa "Desbloqueado" reaccioné, y entré de inmediato.

La casa era idéntica a las fotos que había visto en redes sociales, y al frente de la puerta estaba una billetera...

Había sido demasiado fácil, me sobraba demasiado tiempo. Tomé la billetera y ésta estaba repleta de billetes de cien dólares. —aproximadamente habían unos dos mil quinientos dólares en efectivo—. Agarré doscientos y salí corriendo de allí. Corrí como nunca había corrido nunca, y cuando sentía que ya me quedaba la recta final hacía mi hogar, pensé en un detalle crucial, que sin duda alguna, fue como la sensación de un relámpago caer sobre mi; no había cerrado la puerta.

Entré en crisis conmigo mismo, no me podía devolver, ya lo había logrado.

Pero, cuando uno está peleando consigo mismo, es imposible ganar.

Corrí de regreso, con la misma intensidad con la que me había ido de allí. Llegué empapado en sudor a la puerta. No había sonado la alarma de milagro. Agarré uno de sus extremos para cerrarla con total cuidado y cuando por fin la cerré y sentí el valor para correr de nuevo, sentí como toda mi vida se desplomaba en segundos; la alarma estaba sonando.

Me maree, todas mis preocupaciones, miedos y ansiedades se dispararon en un solo sentir. Podía escuchar el sonido de las escaleras dentro de la casa, mi mente no lo soportó más y caí desplomado en el pavimento.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora