Ya no sabía si moriría al cometer un suicidio o debido a un infarto por todas las emociones negativas que surgían al despertar en lugares desconocidos. Y sí, estaba de nuevo en el hospital.
Todo era igual, mascarilla de oxigeno, vía en el brazo derecho... los únicos cambios notables eran que no tenía venda en la cabeza y que al despertar, no había nadie en la sala.
Pasaron quince o veinte minutos para que se sintiera algo de movimiento y se abriera la puerta. Era Javi.
—Dios mio, despertaste. Estás hecho una mierda, ¿eh?. ¿Intentar suicidarte, Martín? ¿eres imbecil? —dijo, haciendo el gesto de que me daría una cachetada.
Si lo hubiese dicho alguna otra persona, en otro tono, o lo que sea. Me lo hubiese tomado muy mal, no sé como podría haber reaccionado si alguien llegaba a hablarme de suicidio tan a la ligera en ese momento tan jodido. Pero era él. No podía tomarlo en serio. Con la mascarilla aún puesta logró sacarme una mueca. Era lo más cerca que estuve de sonreír tan genuinamente en mucho tiempo.
—A lo mejor ni me entiendes, de lo drogado que te debe haber dejado la anestesia. Como sea, voy a llamar al médico y a tu papá para que vengan a darte muchos abrazos. Por cierto, la próxima vez, intenta cortarte el escroto, es más efectivo.
Se largó y en un abrir y cerrar de ojos entró mi padre con los ojos aguados, seguido del doctor que comenzó a chequearme varias partes del cuerpo, parecía estar todo en orden.
Concluyó su chequeo diciéndole a mi papá que necesitaba descansar lo más que pudiera porque "Evangeline" hablaría conmigo el siguiente día.
El doctor se despidió diciendo que regresaría mañana temprano a explicarme lo que hariamos y abandonó la sala.
Mi papá me contó que cuando me desmaye, me cargó hasta la entrada del edificio y esperó ahí a la ambulancia. Le hicieron preguntas para saber que coño había ingerido, y en busca de evitar cualquier consecuencia, mi papá otorgó el permiso para que se me realizara un lavado gástrico. Como él ya habia logrado que vomitara, todo se hizo mas fácil y fue un éxito, me encontraba fuera de peligro.
Después de todo esto, vino la pregunta...
—Por qué lo hiciste, Martín? —su semblante cambió de manera repentina, a un estado de seriedad absoluta.
Mierda, el dolor de garganta. No lo recordaba. El hablar con la mascarilla de oxigeno lo complicaba aún más.
Él entendió y me dijo:
—Ya, ya. Tranquilo. Ya lo hablarás mañana con Evangeline. Ella es una psiquiatra que nos ayudará con todo esto. Te pido de rodillas que por favor accedas, no quiero más nada, hijo. No sé que haría sin ti, te necesito para que salgamos juntos de esta brecha en el camino.
En ese momento no podía negarme ante la mirada de mi padre. Mi deseo evidentemente era ayudarlo, pero la forma mas fácil era separarme de su camino para que pudiera vivir con una preocupación menos.
Simplemente asentí con la cabeza, me hizo un cariño en mi herida de la frente y se dirigió a apagar la luz.
—Ah, se me olvidaba decirte; Javi lloró incluso más que yo durante todo esto. Que no intente hacerse el duro contigo.

ESTÁS LEYENDO
Glicerina.
Historia Corta•🥇Primer lugar en la categoría "Historia corta" en el concurso literario de @EditorialCortazar• Absolutamente todo el mundo tiene problemas, unos más grande que otros, pero al fin y al cabo, son problemas. Algunas personas sencillamente intentan ev...