Capítulo 6

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Bebimos durante un rato largo, entre risas y anécdotas. De verdad la estábamos pasando bien.

Después de unos tragos más, ya era hora de que el líquido amarillo conocido como pipí,  saliera de mi aparato reproductor, le avisé a Javi y me dirigí al baño. Cuando termine de orinar, me di cuenta que justo en la parte más baja de la repisa de su baño, al lado del espejo, habían varios envases de diferentes tamaños, con una etiqueta escrita con letras azules: "Glicerina". Reí internamente al leer esto, y salí del baño.

Eran las 3:27 AM, el sueño y el cansancio se hacían presentes en mis características físicas y no tuve más opción que decírselo a Javi. El asintió y buscó rápido dos almohadas para mi y un edredón muy grande. Los muebles de la sala eran dos, con una mesa de madera al frente de ellos. Él se acostó en uno luego de darme las cosas y en menos de tres minutos ya estaba roncando, impresionante.

Yo acomodé el mueble que sería mi cama esa noche, de tal forma que las dos almohadas y el edredón estuvieran perfectamente colocados, no sobresalía nada, era simetría pura. Justo antes de caer rendido completamente, mi mente me jugó en contra... un pensamiento cruel pasó como una bala perdida por mi cerebro: No habíamos apagado la luz.

Por más que lo intenté, no pude. Vi el reloj y ya eran las 3:58 AM, había estado treinta y un minutos dando vueltas como un imbécil, incómodo por el maldito bombillo parecido a un sol a menos de tres metros de mi cara y pretendía acabar con la paciencia de mis párpados. No tuve más solución que renunciar a la simetría que había plasmado en aquel mueble y me paré. Apagué la luz y me di cuenta que no había un cambio muy notorio, la iluminación de los postes que se encontraban fuera de la casa, entraban por la ventana y alumbraban casi toda la sala. Acomode de nuevo los muebles y ahora sí, conseguí dormir.

Les confieso que esto me dejó muchas preguntas. ¿Por qué me incómoda tanto que una luz quede prendida, si no tiene gran diferencia? ¿qué coño ocurría conmigo? Primero las puertas y grifos, luego las rayas en el suelo y ahora esto. De inmediato, lo relacioné con el orden de mis cosas y todo eso, era algo de estética supuse —igual sentía que me estaba mintiendo a mi mismo, era una respuesta estúpida—

Me regresé a mi casa apenas amaneció, Sabrina me abrió la puerta y no tuve que despertar a Javi.

Cuando llegue a mi casa, mi padre no estaba, pero, había una nota escrita por el en la mesa de la cocina.

"Hay café al lado de la licuadora, prepara el almuerzo para ti. Llegaré en la tarde"

Tomé la leche que se encontraba en la nevera y tiré a la basura un yogurt de fresa que había vencido el día anterior. Finalmente, me dispuse a prepararme ese líquido vital para mis días, llamado café.

En la tarde de ese trece de abril, mi padre me explicó porqué no había estado en casa ese día, el dinero que mi madre nos había dejado —realmente mi papá lo agarró, ella no sabía que se iba a morir— se estaba agotando. Él no había trabajado un solo día desde que mi mamá falleció, solo se dedicaba a atenderme y visitar a sus amigos. Me contó que había salido a buscar trabajo para evitar cualquier inconveniente, pero, que de momento intentara controlar mis compras y todo eso, que me lo tomara con calma.

Calma... decirme que me tomará algo con calma, era como decirle a un mudo que hable, a un ciego que vea o a un sordo que escuche.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora