Capítulo 46

56 15 4
                                        

Para un desequilibrado, la constancia de emociones y vibras positivas no es más que una utopía. Además, si profundizamos mi caso, una muerte de un ser querido favorece a esa energía negativa que poco a poco intenta abrirse paso en la mente de uno mismo.

Ese miércoles fue tan, pero tan espeso. Una sensación de dificultad para respirar y pensar con claridad. Era la sensación de estómago revuelto, pero en la cabeza. Por un momento pensé que esto se solucionaría de cierta manera al distraerme en el trabajo. Hago el adelanto de que no fue así.

El pensamiento de los posibles celos de aquella chica, se vistió de gala para atormentarme un poco la mañana. Seguía contradiciendo a mi mente, pensando que yo no era para tanto y seguro le habrá fastidiado que le quité el cliente o una molestia generada por el señor Barnes.

Cuando fui a trabajar, habían cambiado los horarios nuevamente por mis faltas y me esperaba mi gran amigo Adam.

—Hola, Manuel. —Me saludó cuando me vio entrar.

—Hola. —cerré un poco los ojos y vi a Javi en el repertorio de Cd's—. Javi, hombre. ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—Sabrina es una inútil. Escogió mal el disco que quería. —dijo alejándose de los cd's—. No me habías contado que trabajabas con este animal. ¿Ya lo conociste bien? Es un machista de mierda... y marica. Buena combinación ¿no? —señaló refiriéndose a Adam.

—Javier, yo no teng...

—Me llamo, Javi. Imbécil —le contestó—. No pienso hablar nada contigo.

—¿De dónde se conocen ustedes? —pregunté confundido.

Se miraron, y terminó respondiendo Adam.

—Fuimos a la universidad al principio, luego lo dejé.

—Y en ese corto tiempo menospreciaste a todas las chicas que estudiaban con nosotros, es que eres burro.

—Me agrada tu aspecto cuando te molestas —dijo Adam refiriéndose a él.

—Estás enfermo, Adam. Ya me voy a la mierda, suerte con este imbecil, Martín. Saludos a tu padre. —concluyó con un golpe leve en mi espalda y se fue.

¿Qué carajos acababa de pasar? Mi confusión era extrema. ¿Adam era...gay? No quiero sonar como un mente cerrada, pero, no pensé que se podría ser gay y machista al mismo tiempo.

No sabía que decir. Intenté disimular ordenando algunas repisas, mientras que Adam cambiaba las canciones sin esperar que terminaran.

—Estás de suerte, ¿eh? —dijo después de un largo silencio.

—¿Disculpa?

—Ahora puedes ver a tu chica sin nombre un poco más, ahora se queda un rato más después de su turno. Asumo que también quiere verte. —mencionó levantando los hombros—. ¿Ya son algo o...

—Somos compañeros de trabajo, ¿no? —dije volteando hacía él.

—El poema que ella estaba cantando no parecía muy de compañeros de trabajo nada más...

Abrí los ojos como platos.

—Miguel, tranquilo. —continuó— Yo no he dicho nada, pero se nota a leguas, que lo escribiste tú.

—Ni sabes mi nombre... —respondí intentando disimular.

—Pero, felicidades. Al parecer le encantó.

Cuando llegué a mi casa, escribí el numero de ella en mi celular con el texto de "Yo escribí el poema". Y sin pensarlo mucho lo borré. Hice este proceso una quince veces hasta que me rendí. No tenía el valor para decirle nada, era más probable escribir alguna otra mierda... ESCRIBIR OTRA MIERDA. ¿Y si lo intentaba? ¿podría salir bien? Se lo dejaría en el escritorio para que volviera a encontrarlo y cantarlo. No podría ser muy evidente, quería disimular...

"Bendita sea la melancolía que me haces sentir
Magia pura en tu simple y complicado ser
El solo verte me dan ganas de vivir
Y pensar en tocarte, el sentimiento de desfallecer."

No sé si no tenía muy claro el concepto de disimular. Quitando eso, me parecía peor que el anterior... pero, tenía que concentrarme en algo, quería transmitir un mensaje, una emoción. Este hecho se convertiría en una oportunidad más que agarrar impulso.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora