Le pedí con cuatro días de antelación todo tipo de indicaciones para el primer encuentro con sus padres, le pregunté como debía vestirme, que debia llevar, como debía hablar, como debía peinarme, a que hora tendría que llegar y unos otros setenta detalles más.
Ella solo me dijo que usara y buscara la forma de sentirme lo más cómodo posible, sin ningún tipo de maquillaje, pantalones ajustados o un traje que me aumentara la temperatura.
Me volvía loco el pensar que una relación donde yo participara, estaba saliendo bien. Conocería a los padres de aquella señorita, conocería a los padres de mi novia Nara.
La aclamada cita tendría lugar en la casa de sus progenitores, era una cena FAMILIAR. Yo me arreglé lo mejor que pude, me vi al espejo y pude ver a alguien feliz. Alguien con ganas de vivir, de seguir adelante. Le escribí un mensaje de texto a mi padre diciéndole lo bien que me estaba sintiendo y lo mucho que le agradecía por nunca perder esa fe en mi.
Llegue a las 9:35 PM, hora que habíamos pautado, subí las escaleras de aquel edificio.
Revise el celular... "Puerta 37" Había llegado.
Toqué dos veces y...
—No me sorprende la puntualidad, pasa. —Dijo aquella señorita, que lograba quitarme el aliento cada vez que la veía a los ojos—.
Pasé y ahí estaban ellos. Una mujer de unos 55 años, de cabello negro, con la longitud exacta para no incomodarle en la espalda. Una sonrisa muy simpática y unos tacones que retumbaban en la sala cada vez que daba un paso para acercarse a mi.
—Mucho gusto hijo, Nara nos ha hablado mucho de ti, aunque no nos había querido decir tu nombre. —dijo, viendo a Nara con una cara de fastidio en tono de broma— Mi nombre es Isabel. Mi marido se llama Enrique...
En ese instante avanzó el padre de Nara, Un señor alto, con un color de cabello cercano a un gris oscuro. Llevaba anteojos cuadrados que le daban un semblante serio. Un traje perfectamente pulcro y unos zapatos de cuero marrones que le asignaban una apariencia algo intimidante.
—Bueno... —continuó su madre— ¿Y tú cómo te llamas?
—Mucho gusto, señor Enrique y señora Isabel. Me llamo Martín, es un gusto saber de su invitación para cenar con ustedes.
—Nosotros no te hemos invitado. —respondió su padre.
Me quedé en shock.
—Enrique... —le decía su esposa, viéndolo de reojo—
—Es broma, hijo —dijo riendo— Esta es tu casa, bienvenido a la familia.
La cena fue mejor de lo que esperaba. Nunca pensé tener tanto contacto con personas que no conocía de toda la vida, un contexto bastante al revés. Nara no me juzgo desde el primer momento, no le importaron mis manchas en la cara, no le importó mi historia cuando la conoció, ni siquiera le importó que fuera un maldito loco. Le dio un giro a mi vida de una forma bestial y extraordinaria como nada ni nadie habría podido dárselo. Habíamos decidido dormir en mi apartamento hoy. Finalmente pasaríamos una noche juntos. No podía sacarme de la cabeza el nivel de felicidad que había vívido y estaba viviendo: Me consideraba una persona mucho más estable, los padres de mi Nara me trataron como alguien más de la familia y de mi mano llevaba a la señorita más espectacular que mis ojos hayan podido ver.
De camino a la casa pudimos contemplar un cielo hermoso, con una brisa muy cómoda. Era una noche preciosa. Hablamos sobre todo lo que había pasado anteriormente entre risas y suspiros. Por un momento se calló para luego decirme:—Hey, tú. Hoy ha sido un dia maravilloso, y creo que deberíamos cerrarlo con broche de oro. Me preguntaba, si no quisieras...
Yo a mis diecinueve años, virgen y con una experiencia nula en como interpretar ciertas indirectas, pude deducirlo, y creo que no había mejor forma de hacer tal propuesta "indecorosa"
Cuando me volteé a verla, ella estaba sonriendo de forma muy, pero muy pícara. Era realmente contagiosa su sonrisa.
—Por supuesto. —dije mientras se me escapaba una sonrisa causada por tal escena.
Nos tomamos muy fuerte de las manos y seguimos caminando.
Eran alrededor de las 12:00 AM cuando llegamos al edificio. Subimos sigilosamente por las escaleras sin hacer mucho ruido y finalmente llegamos al apartamento. Ella me vio y comenzo a besarme de la manera más adorable posible, no quería estar en ningún otro lugar en ese momento. La agarré de la cintura para tener su cuerpo lo más cerca posible mientras avanzamos por la sala torpemente. Paramos cuando chocamos de forma leve con el sofá. Ella empezó a mover sus manos para desabotonar mi camisa y cuando iba a llevar al ultimo botón, un pensamiento fugaz recorrió mi cabeza.
¿Habíamos cerrado la puerta?
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Glicerina.
Short Story•🥇Primer lugar en la categoría "Historia corta" en el concurso literario de @EditorialCortazar• Absolutamente todo el mundo tiene problemas, unos más grande que otros, pero al fin y al cabo, son problemas. Algunas personas sencillamente intentan ev...