A medida que pasaba el tiempo, las sesiones con Evangeline daban resultados momentáneos. Al salir, me sentía liviano de pensamiento. Pero al llegar a casa me llenaba la cabeza de nuevo. Con los medicamentos, que por cierto, eran unos ansiolíticos y antidepresivos, —dosis controlada por mi padre— el ambiente que sentía de despertar en la cárcel fue desapareciendo. Aunque si lo vemos de otro modo; depender de una dosis diaria de medicamentos no era algo que me satisfacía.
A la cuarta sesión, mi padre dejo de acompañarme. Había cumplido casi un mes desde que empecé a visitar este lugar para que una señora que ya no era tan desconocida, me hiciera preguntas sobre mi vida. Mi garganta ya estaba sana, eso significaba que por fin la comida sólida regresaba a mi menú habitual. También había cicatrizado la herida de mi frente y en mi cara solo quedaban esas insufribles marcas rojas en las mejillas. Al verme en un espejo, ese enrojecimiento solo me provocaba repudio y mucha molestia. Tenía ganas de arrancármelas con las manos. Me da vergüenza decirlo, pero, bastaban veinte segundos para tomar mi celular y marcarle a mi padre para que por favor me diera un ansiolítico. La sensación era parecida cuando se trataba de ver el reflejo de mi sonrisa, la diferencia era sencilla de descubrir. Los dientes notablemente dañados que poseía, eran fácil de ocultar para mi. Simplemente trataba de no sonreír... pan comido.
Un miércoles por la noche, el día antes de mi quinta sesión con Evangeline, mi padre me conversaba sobre diferentes temas de su trabajo mientras cenábamos. Al parecer todo le iba genial. Se reía, hacía bromas... luego de un rato hablando sin parar, permaneció en silencio unos segundos, me miró y me comentó:
—Me han ascendido hoy. —dijo, antes de darle un sorbo al café—.
—Wow, papá. Eso es... es increíble. —contesté sorprendido—.
—Sí... no está nada mal. —se calló de nuevo unos segundos— Con estos avances, creo que podríamos costear una universidad privada para ti, Martín. En el hospital, Javi me había comentado de u...
—¿Una qué? —le interrumpí.
—Coño, una universidad. Pensé que no sé, dentro de unas semanas, quisieras hacer algo más... ¿no te interesa alguna carrera? —preguntó mientras me observaba.
—No es que no me interese alguna carrera, papá. Es que no voy a estar dentro de un salón con muchas personas. ¿Tú me has visto? Parezco un puto loco. —le dije alzando la voz—. No voy a estar soportando miradas y mierdas de gente que tendré que ver todos los días.
El silencio se apoderó de la conversación. No volvimos a dirigirnos la palabra hasta las 10:00 PM, cuando entró a mi habitación para despedirse de mi y recordar que el día siguiente tenía cita con Evangeline.
A la mañana siguiente no ocurrió nada interesante. ¿Para qué nos vamos a engañar? Era lo mismo de siempre... es que vaya, parecía que las cosas iban mejorando un poco y todo a la mierda, porque sí. Era inevitable recibir una buena noticia, sin que me dieran 8 malas. ¿Universidad? ¿cómo podría mi padre pensar en una universidad en ese momento? Pasan unos días después de que intenté quitarme la vida, y ya me quería meter responsabilidades por los ojos. No saben las ganas que tenía de volver a probar la sensación de tener glicerina corriendo por mi rostro, la calma que me transmitía no era comparable con ninguna pastilla. Por otro lado me sentía cada vez más inútil de sentir que dependía de algo que solo me hacía daño.
Las horas pasaban más lentas cada vez, hasta que llegó el momento de bañarme para salir. Al terminar, me vestí con una franela gris, bermudas, zapatos deportivos y lentes oscuros para disimular las manchas de mi cara. En vez de ir al psiquiatra, daba la impresión que me vestí para ir a jugar tenis con Novak Djokovic.
Me vestí más ligero de lo normal porque no quería ir en taxi hasta el consultorio. Salí mas temprano y me dediqué a caminar hasta allá.
No recordaba el sentimiento de evitar pisar las rayas del suelo, esos primeros pasos fueron graciosos hasta que cada vez habían mas rayas, que me generaban un poco mas de estrés.Tardé diecisiete minutos en llegar a mi destino. Pudieron ser dieciséis, pero uno de esos minutos lo aproveché en ver un momento el exterior de "Incomprendidoz". Wow, por más que llamara mi atención por todos sus colores y distintos instrumentos colocados en la vitrina. No podía observarlos mucho tiempo sin pensar "Que orden de mierda".
Luego de ahí era todo prácticamente lo mismo. Me sentaba en una de las sillas de esta "sala de espera", pasaban unos minutos y el joven que me atendía al llegar procedía a avisarme que ya podía entrar al cuarto.
—¡Bonjour, Martin! —dijo evangeline al verme—. ¿Estás algo sudado, no? ¿viniste corriendo?
—No, nada. Decidí caminar un poco hoy. —respondí—. ¿Puedo sentarme?
Ella asintió y de inmediato empezó a preguntarme cosas sencillas. Sobre mi actual dieta, el progreso de mis heridas... parece que las preguntas fuertes se las guardaba para el final.
—Siento que ya tenemos un pequeño lazo de...confianza, no? –Preguntó.
Levanté los hombros sin saber que responder, y continuó diciendo:
—A mi se me hace que sí, Martín... Hay una cosa que a mi me interesa mucho, que nunca te he preguntado. —dijo poniéndose mas seria—. ¿Puedes contarme un poco de tu madre?
La pregunta me sorprendió, me agarró desprevenido. Intente contestarla lo más despreocupado posible.
—Eh... la verdad es que yo no puedo contarte mucho. No tuve la dicha de conocerla... ella murió apenas yo nací. —dije naturalmente, sin ningún tipo de drama.
—Oh, vaya... tu padre no te ha contado cosas sobre ell...
—Sí, claro. —le interrumpí—. Pero nada del otro mundo, era una persona normal... buena, supongo.
Ella cambió de tema rápidamente, creo que no logró ver algo que buscaba en mis reacciones a sus preguntas. Después de terminar la sesión, regrese a mi casa pensando:
¿Ella en serio está buscando ayudarme? Si solo está buscando temas sensibles que puedan afectarme a mí. Menos mal que no acertó esa vez. Porque me juré que si lo hacía, yo no volvería a pisar ese consultorio.
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Glicerina.
Historia Corta•🥇Primer lugar en la categoría "Historia corta" en el concurso literario de @EditorialCortazar• Absolutamente todo el mundo tiene problemas, unos más grande que otros, pero al fin y al cabo, son problemas. Algunas personas sencillamente intentan ev...