Capítulo 19

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Fueron dos días más los que estuve en la clínica, donde la mayoría del tiempo permanecí dormido. Ya en el tercer día, al menos tenía fuerzas para hablar, pero, ¿para qué iba a hacerlo? La última vez que hablé, me llenaron la cara de saliva, de aproximadamente setenta personas diferentes, las ganas no eran grandes.

Ese último día que estuvimos en la clínica, Guillermo me visitó para explicarme más o menos las condiciones que debía seguir, las cuales eran:

×Un mes sin salir de mi casa. Solo podría salir a realizar labor social todos los sábados de 8:00 AM a 4:00 PM.

×Debía mantenerme alejado de Patrick. Lo cual entiendo, ya fue suficiente con no dejarme pudriendo en la cárcel. Además, lo menos que quiere alguien, es que la persona que te acosó este cerca de ti, ¿no?

×Algún que otro policía iría a mi casa a comprobar que todo estaba correcto

×Si realizaba otro delito, la sentencia sería mayor de seis meses sin derecho a libertad condicional. Solo de ser muy necesaria.

Me deseó mucha suerte, un leve golpe en la pierna y se fue.

Seguido de eso, mi padre me contó que estuvieron hablando un rato el día del juicio. Me dijo que Guillermo era un buen tipo, que realmente fue bastante comprensivo con todo esto. Unas ganas por hablar surgieron y comenté:

—Algo tendrá. Quizás él fue adicto a algo o simplemente le pareció innecesario tenerme ahí por el delito tan estúpido que cometí –dije con una voz bastante baja.

—Fue su hijo.

Vi a mi padre para que continuará pero no lo hizo, así que pregunté:

—¿C-...Cual hijo?

—Era su hijo. Antes del juicio, fue honesto conmigo y me contó que tienes actitudes similares a las de su hijo Abraham. Al parecer, él sufría lo mismo que tú. Lamentablemente aparte de poseer ciertas condiciones, se hizo adicto a varios tipos de drogas. Él termino muriendo por una sobredosis. Guillermo más que nadie sabe lo delicado que es este tema, y quizás pensó que lo mejor para ti, era sacarte lo más rápido de ese lugar.

El oxígeno se hizo denso. Sentía muchas ganas de llorar, pero, el sólo de tener ganas me generaba un dolor en la cara bestial, y aguantarme era lo mismo o peor.

Quizás Guillermo era la razón de que no estuviera muerto, y no sabía si estar agradecido, realmente. Ahora entendía porque tenía a Juan y a Eugenio de compañeros. Ellos eran los menos malos de ese lugar, y él sabia que no intentarían hacerme daño.

Hay cosas que son preferibles no saber. Me deprimía que Guillermo tuvo que pasar por la muerte de un hijo, me deprimía que yo le recordará a él, y finalmente, me deprimía que las personas sintieran que tenían que cuidarme. Era una carga. La vida de mi padre, o de cualquier persona era más difícil conmigo que sin mí.

Todos estos pensamientos resultaron en mas desesperación, más ganas de llorar y por supuesto, más dolor. Mi única manera de drenar fue morder con mucha fuerza mi labio inferior, y en consecuencia del daño anterior causado por masticar oxido y piedras hizo que mis dientes se afilaran, al punto que, cuando aplique esta presión, mi labio empezó a sangrar. Mi padre pensó que estaba convulsionando o cerca de hacerlo, y llamó rápido al médico. Cuando dejé de morder, no aguanté más y rompí en llanto.

En esos momentos cuando el doctor me revisaba, decía cosas que no comprendía y veía todo en una cámara extra lenta. Solo me cuestionaba, ¿por qué me tuve que volver adicto a algo que me deterioró tan lentamente como la glicerina y no a algún veneno o droga letal? Quizás estaría muerto desde hace algunas semanas y la vida de las pocas personas que me rodeaban sería mucho mas fácil.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora