Capítulo 22

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Puedo creer que esa mañana y ese día no quisieron decirme con totalidad lo que sucedería conmigo. Era una especie de miedo que pudiera enloquecer de alguna manera, imagino.
Ese jueves, inició de una manera poco común, mi padre me despertó para darme más o menos una charla muy básica de lo que iba a suceder. Me repitió que vendría la psiquiatra, que formaba parte del protocolo y que simplemente me preguntaría varias cosas. Todo bien.
Antes que llegara "Evangeline", entró el médico y su asistente a chequear como seguía mi cuerpo, y explicar ciertas cosas que debía memorizar. Me dijo que le daría una lista a mi padre con las cosas que podía y NO podía comer durante 3 semanas, ya fueran líquidas o solidas, me quitó la mascarilla y me preguntó si había pasado bien la noche. Al intentar contestarle el dolor de garganta se interpuso.

—Ya me imaginaba yo... –dijo de forma tranquila–. Es algo normal, Martín. Fue una cantidad más o menos grande de alcohol, pero tranquilo... Seguramente el dolor ira decreciendo con el pasar de los días –agregó.

Nuevamente le dijo un par de cosas a mi padre y se fue. Las visitas eran bastante rápidas, no sé a cuanto loco que se haya bebido alcohol isopropílico con pastillas habrá tenido que atender este señor, sinceramente espero haber sido de los últimos.

La cosa es que desayuné a las 9:00 AM, un poco de puré y agua —era lo que había ordenado el doctor— y no mucho tiempo después tocaron la puerta; era ella.

Evangeline era una señora de unos 65 años, con cabello largo rizado y blanco, muchas pecas y sumamente coqueta, o esa era mi primera impresión. Ese día lucía labios pintados de un rojo fuerte, lentes para leer, pantalones largos y un suéter morado. Podemos decir que tenía todas las características de ser una abuela.

Se presentó con mi padre, para luego dirigirse a mí.

—Tú debes ser Martín. Mucho gusto, cariño. Me llamo Evangeline –dijo al presentarse–. Ya me contaron muchos detalles sobre tu situación, unos de esos detalles es, que no puedes hablar en este momento, asi que traje mi laptop para que puedas responder a las preguntas que te haré.

Debo admitir, que quizás estuve "de acuerdo" con toda esta situación porque en ese momento, la vergüenza era más grande que mi orgullo. Tampoco quería hacer sentir peor a mi padre después de todas las noches que le hice pasar... asi que accedí sin pensarlo. Él después de ver que todo marchaba correctamente, salió de la sala.

Evangeline sacó una laptop gris con un sticker de un arbol manzano en la parte trasera, la prendió, abrió el bloc de notas y puso un cojín sobre mi pecho seguido de la computadora.

—Ok, Martín, empecemos. ¿Cómo te sientes hoy?

-"Podria ser peor."

Rió un poco y dijo:

—Bueno, es algo sincero. Siempre se puede estar peor. ¿Has pensado alguna vez visitar a algún psiquiatra o psicólogo?

Pensé un poco antes de escribir
—"Realmente es algo que si me ha pasado por la cabeza, pero no me iba a atrever a hacerlo por mi cuenta... Quizás tenía que suceder alguna locura así para que ocurriera este tipo de encuentros"

—Todavía no tocaremos ese tema. –dijo de forma un poco más seria.

Continuó haciendo preguntas personales sobre mi vida, lo que me gustaba hacer y ese tipo de cosas, hasta que finalizó diciendo

—Sé que es un momento complicado, Martín. Pero antes de irme quiero hacerte una pregunta. ¿Qué es lo que más te irrita?

—"Hay tantas cosas que resultan molestas para mi... creo que la principal es sentirme inútil, no poder ayudar a mi padre o amigos. Ser literalmente un estorbo para ellos, es algo que me consume. Nadie merece vivir preocupado por personas que no saben lo que hacen."

Sin duda, esa fue la respuesta que más rápido escribí de todas. Se sintió bien por primera vez expresarlo, decirlo. Que no solo fuera un pensamiento, sino, también algo que estuviera fuera de mi cabeza por primera vez. Ella leyó mis palabras y respondió

—Estos acontecimientos se ven de forma seguida. Afortunadamente todo tiene una solución. Conozco su situación monetaria y de verdad que quiero ayudarte, Martín. Quisiera recibirte algunas tardes en mi "consultorio" por decirlo así, para que me sigas contando de tus gustos, intereses y problemas. Eres una persona muy interesante, y me encantaría conocerte mejor. –finalizó quitando la laptop y el cojín, dándome un pequeño cariño en la mejilla.

No me quedó de otra que acceder con la cabeza dando una pequeña sonrisa. Realmente esta no me parecía la solución que yo elegiría —bueno, aunque por mis soluciones terminé en el hospital—, pero repito, haría el intento por mi padre y si no funcionaba al menos le daría algo de tranquilidad por el momento.

Al final, Evangeline llamó a mi padre y antes de irse le dejo su tarjeta. El me miró y me preguntó

—Y... ¿Qué tal ha estado todo?

Reuní todas las fuerzas del mundo que tenía y respondí con una voz ronca, parecida a la de un fumador

—Podría ser peor.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora