Capítulo 47

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¿Qué tendrán los jueves?

Antes de salir a trabajar releí el poema ocho veces en total. Cada vez que lo leía me parecía peor que la anterior, eso me hacía dudar si así de horribles y mal estructurados se veían mis sentimientos —seguramente sí—

Decanté por llevarmelo, al fin y al cabo, ella no sabría que yo era el autor de tal obra que carecía de talento pero desbordaba emociones.

Cuando llegué, ella se veía igual de hermosa que siempre, precioso cabello negro deslumbrante, uñas pintadas de azul rey, y el respectivo uniforme. Pero, sin embargo había un cambio, su mirada no tenía ese brillo habitual, y su mirada estaba apagada.

—Hey... –saludé apenas la vi.

—Hey. —contestó tajante.

Mierda, de todas las veces que la había visto, su saludo nunca había sido tan...¿común? Pasaba algo. De inmediato llegaron a mi mente los posibles celos... mierda, no tenía sentido.

—¿Sabías que Adam es gay? —buen comienzo de conversación, Martin... diez de diez, eres increible, cabrón—. Digo, no sé s...

—Claro que sé. —me interrumpió—. Es tan notable como sus comentarios machistas fuera de lugar.

—Oh...vaya. ¿Estás molesta por algo? —pregunté.

—No.

Poco a poco, empezaba a entrar en una crisis desesperante donde por primera vez, el silencio era el ruido mas molesto de la sala. Sentía incluso ganas de tomar una pastilla para lograr esa ternura apodada "calma".

Pero, pensé: puedo hacer que se sienta mejor, o que se relaje... independientemente de la razón de su molestia. Intentaré dejar el poema cerca del piano sin que se dé cuenta para que se distraiga con la letra y cantando.

Así lo hice. Apenas ella clavó su mirada en la computadora, me acerqué al piano y mientras sacaba el papel de mi bolsillo, y lo ponía en la superficie del piano, este hizo un ruido pequeño, que se volvio inmenso causado por el silencio que existía.

Me miró un poco confundida y me preguntó:

—¿Qué es eso?

—Ah, es una factura. —respondí nervioso.

—Una factura que hace que tus manos tiemblen... —dijo, mientras se acercaba a mi—. Dejame ver.

—No, que va, no impor...

Antes de decir nada, ya me había arrebatado aquél papel con increible habilidad y sutileza.
Lo vio de arriba abajo, me vio a los ojos y sentí como mis mejillas se sobresaturaban de color rojo.

—Y-...yo —tartamudeé.

—No tienes que decir nada, "Señorito".

Acto seguido, se colocó en la parte trasera del piano y empezó a entonar esta letra, esta letra que me parecía ordinaria y mal redactada, al ser cantada por tal semejante hermosura, sonaba como una obra de arte.

Luego de eso, ambos nos quedamos en silencio hasta que llegó la hora de cerrar. Cuando se refiere a conexiones, el silencio tiene tantos significados, tantas interpretaciones y tanto sentimiento... pasé de tenerle un estrés inmenso al intenso silencio ruidoso, a disfrutar de él, lleno de paz que habíamos plantado en aquel lugar.

Tanto fue esta conexión que sentí mentalmente con esta señorita, que nuestra despedida fue un cruce de miradas tan sincero, que siento que recordaré el brillo de esos ojos por el resto de mi maldita vida. Lo había logrado: YO, MARTÍN, EL ESCASO DE ENERGÍA POSITIVA, HABÍA RECARGADO EL BRILLO DE LOS OJOS DE LA CHICA MAS HERMOSA QUE HABÍA CONOCIDO.

Apenas llegué a mi casa, busqué en internet el número telefónico de un odontólogo. Quería poder mostrar mis emociones a través de una sonrisa sincera. Si el amor era un lanzamiento al vacío, yo me iba a armar de herramientas, para que mi caída causara terremotos de pasión. Valía la pena arriesgarlo todo, valía la pena un posible impacto.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora