Después de pensarlo mucho, llegue a la conclusión de lo que significaba tomar un medicamento para mi. Un ansiolítico o un antidepresivo era el equivalente a unas cadenas elásticas. Al poco tiempo de tomármelas estas generaban un efecto que me hacía sentir libre por un momento, pero mientras pasaban cada vez más minutos, otra vez me sentía amarrado y preso de mi mente. Era exactamente eso.
Quiero decir con mucho entusiasmo que después de la charla donde dejé que todas mis palabras fluyeran; una de esas cadenas se había aflojado. Y no saben las ganas que me dieron de por fin querer liberarme completamente.
A partir de esa última sesión, intentaba tomar la menor cantidad de pastillas durante el día y gastaba mi ansiedad acomodando mi habitación una y otra vez.
Por el rato que estaba en mi cuarto, mi aire acondicionado trabajaba excesivamente, y esto trajo consigo que se congelara un par de veces. La segunda vez, intenté quitarle el hielo con una especie de espátula, mientras que me ayudaba a recogerlo con un envase de vidrio. La cantidad de hielo producido por el aire era bastante grande, además del agua que caía por su lado derecho. Mi padre siempre quiso instalar uno de conducto, para mas comodidad y todo lo que implicaba tenerlo, pero por normativas del edificio y flojera de mi padre, esto nunca ocurrió. El caso es que después de limpiarlo, junté el hielo y el agua en un solo envase mientras terminaba de acomodar todo lo demás. Al terminar pude ver, que el hielo se había derretido completamente, dando como resultado un agua sorprendentemente cristalina.
Sí, por mi mente pasó el pensamiento más cliché y predecible de toda mi historia.
Es vergonzoso decir que, de verdad me atraía probar como sería la sensación de este líquido nuevo al pasar sobre mi piel. Las ganas incrementaban con los milisegundos, era inevitable.
Otra vez me dirigí al baño, este baúl de recuerdos que era exclusivamente para dejar tus desechos aquí, y mi cuerpo era el desecho de mi alma, para qué nos vamos a mentir.
Puse el envase sobre el lavamanos, me quité la franela, me vi al espejo unos segundos y me recordé. Recordé mi cara antes de que saliera el acné, la recordé antes de usar glicerina por primera vez y la recordé esa última vez antes de caer mas profundo en la miseria. Recordé ese momento antes de intentar beber todo lo que bebí ese día asqueroso. Era tan extraño, como mi vida cambió de un momento a otro por decisiones tan equivocadas que me llevaron, de ser un joven normal a un enfermo que piensa demasiado en los momentos más imbéciles, y que no lo hace cuando de verdad importa.
Sabía que si me aplicaba esta agua en mi cara, le daría el poder suficiente a las cadenas para volver a destruirme y esta vez seguramente sería de manera perpetua.
—¡Esto es una mierda! —grité en voz alta.
Llené mis manos de sangre al romper este envase. No sé si fue la decisión correcta, no sé si fue la manera ideal. Pero, sentir que le había ganado a los impulsos de mi mente de querer vaciar todo el agua sobre mi rostro, fue algo que no tuvo comparación.
Solo me quedó sentarme a llorar en el piso del baño. Sé que dije que fue algo satisfactorio haber "ganado" esta batalla de alguna manera, pero, no era fácil sentir que yo era el resultado de tantas cosas negativas. El haber recordado mi cara antes de todo eso fue algo que acabó con el poco autoestima que me quedaba. Sí, no habré sido el chico mas guapo del mundo, ni el más normal. Tampoco desbordaba felicidad, ni quería viajar por el mundo con una gran sonrisa. Pero, vivía. Muy diferente a tener ganas de vivir. Extrañaba a mi yo de esa época.
Al rato llegó mi padre, fue una escena parecida a la de aquel día. Dijo mi nombre un par de veces, se dirigió rápido al baño, cuando vio mis manos se quería morir.
—¡¿Qué ha pasado, Martín!? —exclamó desesperado—
Me levanté para abrazarlo muy fuerte, dejando de lado el dolor que sentía en las manos por las cortadas.
—Lo rompí... lo hice. —dije repetidas veces—.
Estoy seguro que mi papá no entendió una mierda de la situación, solo me recibió el abrazo y lloró porque pensó que, yo ya estaba cerca de ser un desquiciado o que moriría. Afortunadamente, la segunda opción no fue la elección ganadora.
Me quiero tomar con humor que después de explicarle todo en la cocina, él estaba contento de que su hijo no se auto aplicara agua de aire acondicionado en el cuerpo. No tengo dudas que si todos los padres del mundo le festejaran este "logro" a sus hijos, todos seríamos mucho más felices.
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Glicerina.
Short Story•🥇Primer lugar en la categoría "Historia corta" en el concurso literario de @EditorialCortazar• Absolutamente todo el mundo tiene problemas, unos más grande que otros, pero al fin y al cabo, son problemas. Algunas personas sencillamente intentan ev...