Capítulo 44

57 18 0
                                    

Durante ese fin de semana con un pequeño pero constante sentimiento de soledad, llegó a mi mente el siguiente cuestionamiento...

"¿Realmente estoy listo para una relación?"

Si realmente ella se sentía atraída por mí, que era un acto al filo de ser imposible, ¿cuál era el siguiente paso? ¿ella buscaba un siguiente paso? ¿QUÉ IBA A HACER? Todo esto seguido de un aire de inferioridad, que me destruía poco a poco por dentro y le iba restando valor a la esperanza que podía tener.

Todo esto llevó a un hecho interesante que hace meses parecería desesperado y fuera de lugar, unos adjetivos que no van de acuerdo con tal acción.

—Estoy enamorado.

—¿Cómo? —preguntó desconcertado mi padre en tono de sorpresa, cuando se encontraba desayunando.

—Es una chica, trabaja conmigo. —contesté con cierto grado de timidez.

—Mierda, Martín. Siento que cada día que pasa te vuelves mas indescifrable —respondió riendo—. ¿Cómo se llama?

—Ehh, no te lo puedo decir todavía. Dejaré que adivines. —no podía contarle que estaba enamorado de alguien que no sabia ni su puto nombre—. Empieza por N.

—Ah, pues vale. ¿Cómo es ella?

Como es ella... es perfecta, algo que yo no merezco ni por los pelos, un deseo que nadie tendría el valor de pedir por sentir que es demasiado, un retrato pintado por Van Gogh hecho persona, cerveza fría en el desierto más caluroso...

—Es simpática. —respondí.

—Simpática... podrías invitarla algún día para acá, así la conozco y se siente un poco más cercana a ti —dijo mientras se emocionaba un poco.

—¿Invitarla? ¿no es algo demasiado formal? Además, no creo que ella esté enamorada de mi, ni siquiera sé como tener novia. —respondí tajante.

—Aprender a tener novia... —le dio un trago al café y se quedó pensativo—. Uno nunca aprende a tener novia. Solo amas, eso no se aprende solo se siente, y cuando amas de verdad, todo lo necesario para tener una relación se va cumpliendo.

—¿Cómo que todo? —pregunté de inmediato.

—Todo. Cuando quieres de verdad, empiezas a ser detallista, dedicas el tiempo necesario, se mantiene la confianza, todo alimenta a ese sentimiento tan bonito como es el amor.

—¿Cómo sé si la quiero entonces?

—Cuando su sonrisa te hace sonreír incluso en los días más tristes...

Entonces vaya que la quería, ya con solo ver su sonrisa era una recarga para el alma. Pero, volvía a nacer la inseguridad, yo la verdad, no creía que mi sonrisa —que era una mierda—, le recargara el alma, ¿entonces no me quería?

—Claro que también hay otras formas de sentirlo —continúo—. Ya con querer buscar hacerle bien a la otra persona, es la demostración más sincera de que la quieres.

Esa conversación con mi padre quizás aclaraba unas partes y oscurecía otras. Estaba seguro de que yo la quería, pero no si ella me quería a mi. Luego de ese fin de semana, llegó el lunes, seguido del martes donde la vería de nuevo. Wow, quería que el fin de semana pasará rápido para poder verla de nuevo, empezaba a pensar que el amor era una enfermedad... una enfermedad que te da vida en vez de quitartela.

Cuando llegó el martes, estaba un poco ansioso por regresar al trabajo y hablar con ella, aunque solo fueran cinco minutos. Me alisté y salí de mi casa temprano para llegar justamente cinco minutos antes de las dos.

Mi sorpresa al entrar al local fue gigante. Sonaba el piano al fondo de la tienda, en simultáneo a una voz angelical que citaban las frases que yo había escrito el viernes pasado... La chica de las diez estaba cantando mi "poema".

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora