Capítulo 37

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Los miércoles son extraños. El fin de semana no está tan lejos pero igual lo está. Me arreglé para el trabajo, "arreglarme" dentro de lo que cabe, con el físico que llevaba la verdad no se podía hacer mucho; me consideraba algo así como excremento con una buena forma.

Ese día de semblante raro como dije anteriormente, estuve peinándome desde las 11:00 AM, no me cortaba el cabello desde hace meses y ya era un poco bastante incontrolable.

Me había esforzado en arreglarme, mintiéndome a mi mismo que no me arreglaba para aquella señorita que trabajaba conmigo. Evidentemente SÍ lo hacía por ella, ya pueden ver que tanto amor propio me tengo.

Quiero decir que todo éste esfuerzo no fue en vano, ese miércoles no logré ver a la aclamada "Chica de las diez" . Cuando llegué me recibió el Sr Barnes:

—Menos mal que llegaste. No sé que haré con aquella niña, le salen unos asuntos y pf
—resopló—. Agradezco tu puntualidad, Miguel.

Mi nombre no era tan difícil de aprender.  M A R T Í N, cinco letras memorizables fácilmente, además, no habían más trabajadores, pero bueno.

Atendí a mis primeros clientes, logré vender un CD, y un amplificador de guitarra eléctrica, nada mal para ser mis primeras ventas.

Un día tranquilo, hubo más nerviosismo antes, que durante el tiempo laboral.

Algo más interesante ocurrió el jueves. No me peiné y decidí un gorro negro para ir a trabajar, antes de salir tomé una taza de café y me coloqué un suéter celeste.

Estaba más tranquilo que el día anterior, pensaba que quizás ella seguro se había ido antes, lo cual me ponía algo triste pero igual, ¿de qué me servía sentirme así? Ni siquiera la conocía y seguramente por nuestros horarios no me daría tiempo de conocerla, a lo mejor ni siquiera era tan hermosa.

Si puedo hacer una recomendación, es que nunca estés seguro de los hechos que ocurrirán en el futuro, al destino le encanta contradecir.

Entré a la tienda con la cabeza abajo revisando si tenía algún mensaje en mi celular. De fondo se podía escuchar el sonido de guitarra de Carlos Santana y me esperaba escuchar el agradecimiento de el Sr Barnes nuevamente o el saludo de Adam.

—Lindo gorro. —exclamó una voz femenina.

Mierda.

Apenas escuché, solté el celular

—Mierda. —dije ésta vez en voz alta.

—¿No te ha gustado el cumplido, o algo? —preguntó ella, mientras reía levemente.

—No, no pasa nada. Me tropecé. Muchas gracias —contesté mientras me agachaba para recoger el teléfono y sentir como todo mi cuerpo se acaloraba.

—Espero que no se te caiga cada vez que te hable, gracias a ti, ahora tuve que cambiar el horario de mis clases.

—¿C-...cómo? —pregunté tartamudeando como imbécil aún desde el suelo.

—Bueno, verás. Soy profesora de canto, y como el señor Barnes ha cambiado el horario por tu llegada, entonces yo he tenido que cambiar el de mis clases. Tendrás que soportarme todos los jueves. —respondió sonriendo.

Bendita sonrisa. ¿Recuerdan lo que pensé para engañarme a mi mismo de que esta mujer no era hermosa? Ese pensamiento se había ido muy a la mierda. Me encantaba el color de su angelical voz y el sonido de sus ojos.

—¿Hola? —Dijo moviendo la mano.

—Hola, hola. —reaccioné moviendo la cabeza, regresando a la realidad y finalmente poniéndome de pie.

Ella me vio a la cara un momento. Sentía como mis mejillas se volvían mas rojas cada vez.

—Hey, ¿puedes voltear la cara un momento? —preguntó.

—¿Voltear la cara?

—Sí, por favor. —respondió rápidamente.

Me daba mucha vergüenza, pero mas vergüenza me daba negarme, asi que accedí y giré la cabeza unos segundos.

—Tienes la cara un poco roja, ¿te has estado rascando?

—No, no. —contesté—. Fue un problema antiguo que tuve con el acné.

—Oh, wow. ¿No has intentado usar glicerina?

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora