Es difícil escribir un currículum sin tener un conocimiento de algo representativo que pueda ser útil para el trabajo que estaba a punto de empezar. Habíamos quedado en que se lo enviaría por email e iría a trabajar al día siguiente. Llegué a mi casa y la mente solo me daba vueltas. "¿Realmente debo trabajar?, ¿y si busco otro lugar?, ¿tengo que escoger tan pronto?..." eran las dudas que tomaban cada vez más fuerza alrededor de mi mente. Quiero confesar algo, que espero no cause ningún tipo de decepción... tomé un ansiolítico. Sí, sí... es una cagada después de todo lo que dije, que me convertía en un dependiente y esos cuentos... pero lo hice con la promesa propia de que sería el último.
Y antes de tomar cualquier decisión, agarre el teléfono para llamar a Evangeline y darle la noticia de porqué no iría a su cita mañana. Como se podía esperar, ella pegó el grito al cielo después de escuchar mis palabras diciéndole que al parecer iba a empezar a trabajar.
-¡YO ESPERABA ESTA LLAMADA, MARTIN! ¡ES EXCELENTE! -decía repetidas veces.
Podía imaginármela bailando y moviéndose en su casa al enterarse de toda esta locura.
Finalmente terminamos de hablar y decidí sentarme frente a la computadora de mi cuarto a escribir el ansiado currículum. No tenía que ser algo tan formal, era más que todo para conocer al empleado que estaba por contratar.
"Soy Martín Luzardo, tengo 19 años y vivo en..."
-Que asco. -susurré mientras presionaba repetidas veces el botón de borrar.
Las horas pasaban y el documento continuaba en un blanco deprimente, que con el tiempo se iba volviendo mas triste cada vez. El sueño se apoderaba de mi, pero no conseguiría dormir si no terminaba esto aunque quisiese. Así que intenté poner manos a la obra de nuevo.
"Buenas, Señor Barnes. Soy Martín Luzardo (esperemos que su próximo empleado) cuento con la edad de 19 años, y estas serían mis habilidades y aficiones..."
Estuve lo que quedaba de noche haciendo esta actividad, que de alguna manera me parecía exageradamente egocéntrica, al hablar tanto de mi persona. Escribí tantas cosas... desde mi amor por el olor de café en la mañana, hasta el no permitir suciedad en los espacios donde me ubicaba. Ni Evangeline, ni mi padre sabrían algunas cosas que yo escribí en ese apartado.
Como dije, estuve toda la noche y como consecuencia no dormí NADA. Ya eran las 7:14 AM cuando envié el email con todos mis datos, y el sol era lo bastante molesto como para intentar dormir, parece que el objetivo ese día era no permitirme el sueño de ninguna forma. Me dirigí a la cocina muy malhumorado y el supuesto amor por el olor del café había desaparecido en ese momento.
Después de unas horas amargas como vinagre, se acercaba el momento de ir a mi primer día de trabajo. Luego de todo lo ocurrido mi emoción y ansiedad eran nulas, solo quería que se acabaran estas 24 horas que conformaban el jueves. Estuve a punto de llamar de nuevo a Evangeline para decirle que no iría a la cita, pero recordé que el día anterior ya habíamos hablado. Estaba desconcentrado y molesto, no sé si de casualidad se puede sacar algo positivo de esa combinación que se convierte en un dolor de cabeza tan fastidioso...
Me arreglé con una camisa con cuadros de manga corta, un jean y zapatos grises. Me dispuse a salir a la 1:35 PM de mi apartamento, caminé con tranquilidad ese día para no llegar sudado, ni mucho menos, tenía que aparentar estar fresco, aunque con un ceño algo fruncido y malestar general por la falta de sueño.
Finalmente llegué a la 1:58 PM, esperé 2 minutos en la puerta hasta que se hicieron las 2:00 PM y pasé.
Ese jueves de marzo, en el mostrador no se encontraba el chico que había visto el día anterior. Era la joven que el Sr. Barnes había comentado que me ayudaría para entrar en materia. Cuando entré, tuve que tragar saliva de forma casi instantánea.
Era una chica de unos 22 años preciosa, cabello negro largo suelto, delgada, con un color y grosor de labios que a cualquier persona con un poco de cordura le costaría dejar de admirar por lo atractivo que eran. Vestía una chaqueta de cuero negra, igual que sus pantalones algo ajustados, y lentes oscuros. Mi primer pensamiento al notar estos lentes fue: "Mierda, es ciega."
Cuando escuchó que cerré la puerta tardó unos segundos para voltear hacía mi y puedo recordar el tono de voz de sus primeras palabras:
-Hola, bienvenido a incomprendidos. ¿En qué le puedo ayudar?
Yo no sabía ni que decir, ni que hacer. Tragué saliva nuevamente y con el poco aliento que tenía pude decir
-Hola... no gracias. Soy el de...¿las dos?
-Ah, claro -sonrío.
Su sonrisa hacía perfecta combinación con lo llamativo de sus labios. Su boca era la puerta al Taj Mahal.
-Barnes está en la oficina, habla con él primero y después empezamos con todo. -continúo, mientras señalaba a la sala donde había entrado el día anterior.
-Muchas gracias.
Apenas pude contestar eso. Era un imbécil. Mi primer contacto con una mujer bellísima y ya parecía un asocial asqueroso. Caminé hasta la sala para hablar con el Sr Barnes nuevamente, y para mi sorpresa sus primeras palabras fueron.
-Espero que trabajes tanto como lo largo que ha sido su currículum. Es el mejor que he leído nunca. A pesar de la cantidad inmensa de palabras no me aburrí, y créeme que leer este tipo de cosas no es fácil, ¿eh? -dijo guiñando un ojo-. Bienvenido a bordo, señor Luzardo.
-Eh...sí, me agrada que le haya gustado. Espero que todo vaya bien.
Todavía estaba algo desconcertado y al parecer lo notó, pero sin embargo, no me dijo nada. Quizás no le interesaba del todo, o prefería evitar que hablara de un inconveniente apenas en mi primer día.
-Mucha suerte, si necesitas algo, aquí estaré.
Cerré la puerta, y por tercera vez tragué saliva para volver al mostrador. Caminé lentamente hasta estar al frente de ella.
-¿Todo perfecto, chico de las 2? -Preguntó.
-Sí, si. Todo bien. Por cierto me llamo...
-Hey, hey. No tienes que decirme tu nombre, esta bien? -exclamó mientras levantaba las cejas.
-¿Qué? -dije en tono de pregunta. Me había desconcertado aún más.
-No es necesario, ¿sabes? Los nombres son algo muy superficial, además; solo nos veremos pocos minutos al día. Tú seras "el de las dos" y yo "la de las diez". ¿Bien?
No entendía nada, ¿no era mas fácil llamarnos por nuestros nombres y ya? Me había creado un lío gigante.
-Bueno... si así prefieres. Esta bien.
-Perfecto. Empecemos, chico de las 2.
Ella caminaba muy lento y tocaba los instrumentos con una excesiva delicadeza al momento de enseñármelos. Quería ofrecerle ayuda pero me daba miedo de que le llegara a ofender de alguna manera. Todo esto, más su forma de no importarle mi aspecto físico, ni mucho menos parecer que le incomodaba, me daba a entender que definitivamente no podía ver.
Pasaron las horas y me fui relajando cada vez más junto a ella. No sentía vergüenza, al fin y al cabo, no podía ver la mierda en la que estaba mi cara, mis dientes y prácticamente todo mi cuerpo. Se me hacía imposible imaginarme que alguien que tuviera casi la misma edad que yo y conviviera conmigo, no preguntara por mi aspecto o se quedara observando mis manchas rojas. A ella parecía no importarle.
Casi al terminar la jornada, antes de despedirse de mi ella me preguntó:-Hey... ¿y a ti te dieron el uniforme?
-Eh, ¿cual uniforme? -le pregunté.
-Bueno, esto. La chaqueta, los pantalones y estos estúpidos lentes. -dijo mientras se los quitaba.
Sí. La "chica de las 10" al parecer no estaba ni cerca de ser ciega
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Glicerina.
Short Story•🥇Primer lugar en la categoría "Historia corta" en el concurso literario de @EditorialCortazar• Absolutamente todo el mundo tiene problemas, unos más grande que otros, pero al fin y al cabo, son problemas. Algunas personas sencillamente intentan ev...