Capítulo 48

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Si lo vemos desde un punto de vista más extenso y más filosófico, no era tan sólo una visita al odontólogo o algo de ese estilo. Ella, estaba regando las flores de amor propio que se encontraban dentro de mi ser, me había dado ganas de crecer, quería ser alguien mejor.

Después de varias llamadas, logré contactar una cita y todo esos actos protocolares que a cualquiera podría aburrir; a mi en ese momento me llenaban de emoción. Cualquier persona que escuchara todo lo que había logrado hacerme sentir alguien que ni tengo una idea segura de su nombre, podría pensar que estoy loco... tampoco esta muy lejos de la realidad.

Tomé el valor para buscar su número en el papel que había escrito y le mande un rápido
"Me arreglarán mis dientes, 10."

En menos de dosminutos ya me había contestado y empezaría una conversación bastante larga y cómoda a través de nuestros celulares. Sin darme cuenta ya eran las tres de la madrugada del sábado.

Antes de dormir, me atormentaba la cabeza con ideas sobre si debía decirle la importancia de como ella me hacía sentir, como lograba sacarme de la tristeza y culpabilidad rutinaria en la que estaba envuelto desde que era un niño. Pero, ¿y si se iba? El pensar que la felicidad de otra persona depende de ti, es una responsabilidad inmensa... no quería hacerla sentir tal cosa, era una carga innecesaria para ella. Debía encontrar una forma de hacerla sentir importante para mí, y lograr que se sintiera bien. No sé si logro explicarme con claridad, que viera que no era algo vital para mi, sino, un complemento de esa vitalidad.

Aunque creo que es algo comprometedor igual.

Pasaron los días. Yo las veía en los horarios que nos correspondían, cruzabamos miradas, sonrisas y sensaciones que no expresan las palabras. El pinchazo de necesitar decirle las cosas, seguido del otro pinchazo de sentir que la iba a cagar rotundamente; crecían exponencialmente.

Un miércoles antes de dormir, sonó mi celular. En un estado más o menos somnoliento, encendí la pantalla y de inmediato mis ojos se abrieron como platos blancos de porcelana.

"No te lo había dicho, pero, me agrada que busques una mejoría. Claro, si esta mejoría está acompañada de una linda sonrisa, mejor. Buenas noches
N."

Después de analizar durante siete minutos tal mensaje, la decisión estaba tomada. Saque lápiz y papel y comencé a escribir una de las emociones más fuertes que nunca había sentido en mi vida.

Esa noche no logré dormir. El jueves por la mañana me corté el cabello, desayuné, —tomé el mejor café que había tomado nunca— me duché... sentí que habían pasado centenares de horas y que ya debía salir a trabajar y entregarle la carta en persona a aquella señorita. Mi paciencia tuvo que esperar un poco, apenas eran las 8:49 AM.

Durante esta "ansiedad positiva" me sentía como un niño en navidad que saltaba en su cama antes de dormir para abrir sus regalos el día siguiente, como un niño cuando le compraban un juguete que siempre quiso, me sentía como un niño. Antes de finalmente salir, me vi al espejo, tomé un poco de maquillaje que había comprado días atrás y decidí aplicarlo sobre mi cara y ocultar todas las cicatrices, ojeras y las horribles manchas rojas, aunque sabia que esto de cierta manera podría traer alguna consecuencia.

Le dediqué unas palabras a los trozos de papel que colgaban en mi habitación para pedirle apoyo a Evangeline y salí.

Y nuevamente estaba al frente de aquella tienda, con unos nervios que me alimentaban el alma y una carta en mi bolsillo trasero que buscaba ponerle la cereza al pastel de la felicidad. Empujé la puerta, y allí estaba ella.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora