Capítulo 43

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—Es imposible que ni siquiera un besito hayas dado —juraba ella entre risas y carcajadas.

—Es lo que tiene parecer un desquiciado por dentro y por fuera. —respondí mientras le daba el último trago al café.

—Nada que ver, el físico nunca será una elección, ser una buena persona, con valores, sí que lo es. Cuando empieces a amarte por dentro, acto seguido, empezarás a amarte por fuera. —concluyó, dándole el último trago al suyo.

Ella era tan imprevisible. Podría creer que sabía lo que me diría antes de hablar, y simplemente me dejaba atónito, era algo totalmente diferente a lo que pensaba. Se sentía como que en diez minutos, la conocías totalmente, pero, pasaban cinco minutos y los detalles de su personalidad seguían aumentando. Tan maravillosa, tan poco predecible, tan ella.

—Pero eso, vaya que me ha dejado atónita. Ni un solo beso... —suspiró—. Bueno, que puedo decir yo, algo totalmente contrario. Mi última relación duró tres años, estuve desde los catorce hasta los diecisiete con él. Cuando eres joven te gusta prometer cosas que no tienes ni puta idea.

—¿Qué cosas exactamente? —pregunté.

—Futuro. Él me hablaba de quererlo todo conmigo, una vida eterna a su lado, y pues bueno. Terminó muriendo en una pelea callejera

Puto silencio mas incómodo. No sabía que agregar a ese comentario.

—Mierda, pero eso se va de las manos. —respondí sintiendo como me acaloraba de forma incomoda.

—Bah, es broma. Él me engañó muchísimas veces. Lamento que, a pesar de ser jóvenes exista esa falta de compromiso. Me terminé enterando de esas mentiras que me decía y el futuro que tanto había prometido se fue por la borda —dijo con un tono sarcástico y serio.

Se hicieron las 9:00 PM y decidimos irnos cada uno a nuestra casa. La sensación cuando llegué a la mía era extraña, "Si estoy enamorado" repetía constantemente en mi cabeza, pero, ¿ella lo está? ¿ella me verá como yo la veo a ella? Imposible, yo soy un desastre y ella una preciosidad... ¿le daré lástima?

—¿Qué dices tú, Eva? —lancé la pregunta al aire observando el par de papeles que colgaban en mi habitación—

—Perfecto, tal como lo necesitaba... un agradable silencio.

Cada día la locura excedía un poco los límites, pero yo me encontraba cada vez más feliz, me empezaba a amar por dentro, tal como había dicho aquella chica de las diez. Ella me hacía sentir que mi pasado, todas mis manías y mierdas, eran actos que pasaban a un segundo plano. Ella daba a entender que podía interesarse por mi pasado, pero más que importarle quien fui, le importaba quien era, en ese momento.

El día siguiente era viernes, ese viernes donde no me quedaba claro si podría verla o estaría en sus clases. Al llegar al local, ella estaba acomodando sus cosas.

Entré muy sigilosamente sin que se diera cuenta que estaba ahí y pregunté:

—¿Qué significa la N?

—¡DIOS! —Gritó—. BUENAS TARDES, COLEGA. Me acabas de dar el susto del siglo. —agregó mientras se tomaba el pecho.

—Vale, vale. Lo siento. Es que no pensaba que te vería aquí hoy y decidí asustarte un poquito —señalé un poco apenado.

—Lo conseguiste. ¿Qué preguntaste? ¿La N? ¿Cual N? —preguntó un poco mas calmada.

—Cuando me diste la tarj...

—Ya entendí —interrumpió—. Es la inicial de mi superficial nombre, querido.

Así que estaba en lo cierto, su nombre en efecto empezaba con la N, ahora solo debería esperar que se le escapara o algo así para por fin tener un nombre en quién pensar cuando visualizara su cara en mi mente. Ella se despidió muy amablemente y recordó que fuera al dermatólogo.

Luego de varias horas, decidí escribir algo para matar el aburrimiento causado por la falta de clientes en esa tarde del viernes. Como quien no quiere la cosa, tomé hoja y lapiz, y el primer pensamiento fue relacionado a ella.

"Señorita, quien inicia su nombre con armoniosa consonante.
Aclamado movimiento, mostrando su sonrisa al andar
Adictivo vestir tan casual y elegante
Moriría feliz de ser yo quien tomé su mano al caminar."

Vaya. """Poema""". De. Mierda.

Decidí que simplemente el aburrimiento me había creído capaz de imitar a un Shakespeare moderno y enamorado, y simplemente dejé la hoja abajo del escritorio. Ya con ese intento inmensamente fallido me di cuenta que no a pesar de sentirme más feliz que de costumbrez, eso no me convertía en un erudito de la literatura, y mucho menos de la poesía.

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora