La notable mejoría que estaba ocurriendo por mi vida me generaba cierto pánico al saber que todo podía irse al carajo en algún momento, no creo que mis inquietudes pudieran ser mas correctas.
El martes por la mañana cuando desayunaba, al darle el tercer mordisco a mi tostada, pasó lo que a lo mejor tenía que pasar hace mucho tiempo; se me cayó un diente, para ser más precisos, fue el colmillo derecho inferior.
Si algo mejoraba en mi interior, en el exterior sucedían unas cosas... sé que ya no tenía ampollas debajo de la barbilla, solo quedaba algo de resequedad. Quizás la cicatriz en mi frente no era de lo más precioso que me pudo haber pasado, pero lo que de verdad me jodía, eran mis dientes afilados y amarillentos que, rechinaban con un sutil roce, además de las manchas rojas en mis mejillas, el rojo vivo que tenían desde el principio de toda esta tragedia no daba tregua, ni un poco.
Si ya no sonreía con constancia, ahora con éste hueco en mi dentadura, me daba hasta vergüenza hablar.
Pasaron las horas y mi padre llegó mas temprano de lo habitual. Almorcé como pude y procedí a empezar a arreglarme para salir a trabajar. Cuando estaba terminando de arreglarme, y amarraba mi zapato izquierdo, mi papá entró a mi cuarto y me dijo:
—Hey, hoy te llevo.
—No, no papá. No impor...ta.
Ya era tarde, apenas el habló, se giró y bajó a encender el auto. Apuré un poco mi ritmo, bebí agua y bajé rápido.
Él intentó sacarme conversación con diferentes cosas, yo solo asentía con la cabeza. No quería que viera el desastre que tenia en la boca. El trayecto hacia la tienda era corto, así que no se dio cuenta de mi antipatía obligada por mi mismo. Llegamos y me bajé rápido del carro.
—¡Nos vemos! —exclamé cuando ya le daba la espalda.
Él contesto algo que no pude descifrar y seguí adelante. Los nervios subían cuando recordaba que vería a esta chica de nuevo. Por la molestia que me había causado el acontecimiento dental de la mañana, el olvido se encargó de mi mente, sacando por completo los nervios que tenía cada vez que me aproximaba a trabajar.
Hice tres largas respiraciones al frente de la entrada. No sabía que haría para no hablarle a esta chica, seguro pensaría que era un amargado, o algo por el estilo, aunque solo fueran unos minutos.
Entré inclinando la cabeza hacia abajo y sin subirla aún, dije:
—Buenas tardes.
—Hey, buenas. —Sonó una voz masculina, que ya había escuchado antes.
Me desconcerté y subí la mirada de golpe; era el hijo del Sr. Barnes.
—Oh, tú. De verdad gracias por tomar este trabajo, ya estaba harto de tomar el turno de los jueves por la tarde. Los martes son mucho mejores. —comentó mientras me adentraba a la tienda.
—Eh, de nada. —contesté con cierto nivel de desentendimiento.
Luego de un rato en un silencio algo incómodo, me dispuse a acomodar la vitrina. Cuando terminé, él me preguntó algunas cosas sobre música, yo le contestaba viendo para otro lado intentando disimular. Fui hasta los cd's que por cierto, mi orden se lo habían pasado por el culo. Y de espaldas hacia él, le pregunté:
—Oye, ¿de casualidad no sabes como se llama la chica que trabaja aquí?
—Tampoco te dijo su nombre, ¿no? —rió—. Yo lo sé porque mi papá es el jefe, y bueno... tiene sus datos y esas mierdas. Ella se llama...
—Hey, hey no. —lo interrumpí antes de terminar la frase—. Solo quería que me dijeras si lo sabías o no, ya ella decidirá si me lo dice o no, supongo.
—¿En serio le seguirás la corriente con todo eso? Igual solo es un nombre —continuó riendo— Por cierto, yo sí te puedo decir el mío, me llamo Adam... si no me equivoco, tu te llamas Martín.
—Sí, mucho gusto. —Contesté.
—¿Hay algún motivo para preguntarme si conozco su nombre? Ella es un poco rara, ni sé porque mi padre le dio trabajo. Las mujeres se creen muy independientes al salir de la cocina —rió.
Ese último comentario no hizo más que sorprenderme. Es algo curioso que a éstas alturas, una persona joven siga teniendo ideales de aspecto machista. Solo esperaba que fuera una broma de mal gusto.
—No, no. Solo me daba algo de curiosidad. —respondí sin voltearme hacia él.
—Sí, supongo. A pesar de que es mujer, no canta nada mal, ¿eh? —dijo riendo nuevamente—. Es una especie de profesora. Cada uno con sus mierdas, ¿no? Por eso existían aquellos problemas en los horarios. Gracias a ti eso se solucionó.
Vaya... quizás era algo ignorante por pensar así de ella, de las mujeres o como sea. Pasando eso por alto, me había dado el tema de conversación perfecto para conocerla mas, ¿realmente era profesora?
—Oh, wow. Eso es bastante... interesante. —contesté sin más.
Las horas fueron avanzando, Adam continuó hablando sobre sus gustos musicales que curiosamente solo escuchaba cantantes y bandas conformadas por hombres. Finalmente llegó la hora de cerrar, nos despedimos con un apretón de manos y sonrisa cerrada por mi parte.
—Nos vemos el próximo martes, Manuel. —se despidió, muy seguro del nombre que había dicho.
Sé que Adam pudo parecer algo imbécil, pero si nos ponemos a analizar todo el contexto y la situación que yo vivo, no estoy en capacidad de juzgar a nadie.

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Glicerina.
Cerita Pendek•🥇Primer lugar en la categoría "Historia corta" en el concurso literario de @EditorialCortazar• Absolutamente todo el mundo tiene problemas, unos más grande que otros, pero al fin y al cabo, son problemas. Algunas personas sencillamente intentan ev...