Capítulo 41

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Ese lluvioso lunes por la mañana, se convirtió en un cliché desesperante al no saber que coño hacer.

—Esto no puede estar pasando. —respondí exaltado.

—¿Ha pasado al..

No terminé de escucharla, cuando ya estaba camino al aeropuerto. Esa incertidumbre que te perfora el cerebro era lo que sentía mientras me dirigía hacía allí.

Cuando llegué, ocurría algo que ya me esperaba. Varias personas entrando y saliendo con cara de preocupación, enojo y desesperación, yo sentía que mi cara era la misma. En las pantallas se veía como se iban cancelando algunos vuelos, y se iban apagando algunas de ellas, yo no sabía que hacer realmente.

Habían decenas de aerolíneas, pero, donde se encontraba una numerosa cantidad de personas, era en esa esquina.

"CloudsFlying" era el nombre de esta aerolínea, la del tan mencionado accidente.

Era imposible hablar con algún encargado, no había lugar para nada. Solo se podía ver a mas de treinta personas gritando y exigiendo de alguna u otra manera explicaciones de qué mierda estaba pasando.

Estaba pensando en intentar conseguir el número de Erick, el asistente que trabajaba con Evangeline, cuando vi a Sabrina, quien se dirigía hacía a mi.

—Hey, Marto. ¿Qué haces aquí?

—Nada, necesitaba resolver unas cosas. Ya igual me iba. —respondí rápido.

—Ah, bueno. Deséame suerte, iré a renunciar a esta excelente empresa que esta en boca de todos en este momento.

—¿Qué dijiste? ¿trabajas ahí? —pregunté de inmediato.

—Bueno, hasta hoy.

Puse toda mi vergüenza de lado para hacerle la difícil y comprometedora pregunta:

—Sabrina, antes de que te vayas... ¿podrías conseguir el acceso a la lista de personas que iban en el vuelo... del accidente?

—Oh, mierda. ¿Conocías a alguien? —Preguntó colocando cara de angustia.

—No lo sé. Espero que no.

—Quédate por aquí, ya veré que puedo hacer.

Y se fue. Pasaron varias horas, la gente empezaba a cansarse e irse, algunos lograron ser atendidos, otros se iban con más furia de la que llegaron. La tristeza se incrementaba cuando te ibas de allí sin tu ser querido, sumándole el no tener respuestas de que pasó con él. En las noticias había una desinformación excesiva. No se publicaba hacía donde iba el avión, si era una escala o qué, todavía conservaba algo de esperanza mezclada con miedo.

10:00 PM. No había podido comer nada en todo el día, el aeropuerto estaba casi vacío, el puesto de la aerolínea ya había cerrado, solo habían 6 personas que tocaban la rejilla como forma de protesta.

Llegó un mensaje a mi celular.

—"Ve al estacionamiento, soy Sabrina".

Corrí rápidamente hasta llegar hasta ahí donde me esperaba ella.

—Perdón por la demora, era un caos allá dentro. Aquí saqué unas copias de los papeles del vuelo —dijo mostrando unas hojas de papel— Bueno, dime. ¿Cómo se llama la persona que buscas?

—Evangeline Claudette.

Pasaron unos segundos, revisando de arriba a abajo uno de los papeles. Ella subió la cabeza y me dijo:

–Aquí esta.

La poca esperanza que me quedaba había desaparecido. El crujido de mi corazón retumbó en mis oídos, las lágrimas salieron de mis ojos como si del Niágara se tratara. Sabrina al verme me abrazó enseguida. Dejé su hombro empapado totalmente, el dolor y la impotencia que sentía complicaba una correcta respiración.

—Déjame llevarte a tu casa. —agregó, mientras buscaba las llaves del carro en su bolso.

—No, puedo irme solo... —contesté mientras limpiaba mis ojos

—No puedes irte así, ven conmigo. —insistió.

No tuve otra opción que aceptar su propuesta, me quedé dormido en el asiento trasero, como si habláramos de un niño.

Sabrina me despertó con mucha suavidad y me acompañó hasta la puerta. Le agradecí de corazón todo lo que había hecho, nos despedimos y se fue. Cuando entré al apartamento, mi papá estaba allí esperándome, le conté todo y nuevamente salieron las lagrimas llenas de absoluto dolor.

Estas 24 horas del lunes, se convirtieron en un sufrimiento tan miserable y tan duradero, quería que acabara.

No quise comer nada, le dije a mi papá que iría a dormir para no tener que pensar en nada, ya mañana sería otro día.

Entré a mi habitación y saqué de mi bolsillo su carta. Busqué rápidamente mi computadora, la prendí y trate de encontrar el texto que tuve que escribir cuando no podía hablar en el hospital, el día que conocí a Evangeline. Ella me lo había enviado.

Apenas encontrarlo lo imprimí, y pegué con mucho cuidado estos dos papeles en la pared.

Cuando aprendes a vivir en la compañía de alguien que te da fuerzas de seguir adelante, trae un efecto colateral insostenible; la negación a vivir en soledad.

Me senté en la cama y como si fuera ésta una última despedida, dije en voz alta mientras miraba los papeles:

—Yo también te quise como a una madre

Glicerina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora