Glicerina.

Capítulo 4

La pubertad y mi etapa en el colegio no se llevaron de la mano. Ya no era una pelota blanca con pelo, ahora ni siquiera tenía forma de nada.

Era un ser humano con piel muy delicada —piel extremadamente blanca, tanto como las rayas de una cebra... las rayas que no son negras— había adelgazado, tenía el cabello marrón oscuro, siempre peinado de manera perfecta. Dientes relucientes, ojos brillosos como si estuviera a punto de llorar, sin embargo siempre con una sonrisa en mi rostro... esa es la descripción que me dio mi padre, yo me recuerdo más como un pedazo de mierda solitaria, porque mi único amigo era un niño grosero que me hablaba sobre como mataría al esposo de la profesora para poder quedarse con ella. A día de hoy sigue siendo mi amigo, él se llama Javi.

Tengo la teoría de que carecía de amigos por el simple hecho de preocuparme mucho por algunas cosas durante las actividades escolares. Nunca jugué futbol por el miedo a cagarla en algún partido, y por el miedo a fracturarme alguna parte del cuerpo que me dejara inválido por el resto de mi vida... preocupaciones de un joven de trece años. Cabe destacar que nunca me sentí excluido, creo que me empezó a gustar la soledad y de vez en cuando la compañía de Javi.

Javi era mi amigo porque le divertía cuando le contaba de aquellas preocupaciones, y le gustaba intentar empujarme para superarlas. Al principio pensé que solo quería burlarse de mi, luego me di cuenta que a él también le preocupaban ciertas cosas, pero le gustaba resguardarse con actitudes de superioridad y burla. Pequeño spoiler: Nunca logró quedarse con la profesora.

Es curioso declarar que tampoco tuve una mejor amiga —ni amiga normal— o novia en mi época escolar... ni en ninguna época de mi adolescencia.

Tuve la dicha de poder graduarme sin problemas, no era un alumno ejemplar, ni uno con pésimas calificaciones, fui un alumno más bien corriente. Durante mi acto de graduación, sentí una pequeña dosis de tristeza por el hecho de no tener a una madre a mi lado para felicitarme, y de ahí pudo empezar un sentimiento de culpa por ser parte de su fallecimiento.