02

4.7K 356 8
                                    

Anastasia Steele era una chica de 21 años, tenía una bonita tienda de repostería en su preciado Seattle. Amaba hornear galletas, pasteles, tartas, todo lo que fuera dulce le encantaba; tal vez porque cualquier persona que la conociera la describía como "una persona muy dulce", aún cuando tenia su carácter y una personalidad que la gente llamaba única.

Provenía de una familia de la alta sociedad, "Los Steele", que siempre tacharon a Ana como la oveja negra de la familia, ¿cómo una persona que prácticamente tenía la vida resuelta prefería trabajar?. Ana no era de esa clase de personas, ella no quería casarse solo por conveniencia, ni quería pasar todo el día en casa siendo la típica esposa trofeo. Ella quería valerse por si misma, quería darse a respetar por su persona, no por su apellido.

—Ana, ¿me estás escuchando?.— Luke la sacó de sus pensamientos.

Luke es su mejor amigo, lo contrató porque era de los mejores reposteros de Seattle, era su mano derecha en su negocio.

—Perdón, estaba en mi mundo, ¿puedes repetirlo?.

—Te comentaba que la próxima semana tus padres tendrán un evento en su casa, volvieron a llamar para confirmar tu asistencia.–Luke se llevó sus manos a la cintura.-Tendrías que recordarles que soy tu empleado, no tu asistonto.

—Tienes tantos estilos.—Anastasia estaba aguantándose una carcajada.—No te preocupes, luego yo hablaré con ellos.

—Ay si, ahora la princesita no quiere sacar sus vestidos de gala, ¿por qué los evitas ?.

—Tú sabes que odio esos eventos.

—Ay si, que complicada es tu vida.—Luke le sacó la lengua, entre ellos eran muy bromistas. Luke la admiraba, no era una niña mimada.

—Además, mi padre solo hace esos eventos porque quiere presumir sus millones, a lo mejor ya tiene a otra quinceañera como esposa que también quiere presumir.—Anastasia iba a terminar de quejarse cuando Luke terminó por ella.

—Quiere que su adorada hija le lleve los postres gratis.—Ambos rompieron en carcajadas.

—No lo dudo. Que ni lo sueñe, es un maldito tacaño.

Anastasia estaba a punto de sacar unas galletas del horno, cuando algo hizo que fijará su atención a las ventanas. Era un niño, parecía que quería cruzar la calle.

¿Qué demonios hacia un pequeño como él solo por la calle?

Anastasia estaba atenta, el niño podría estar en peligro pues estaba solo. Y de pronto sucedió lo que temía. Sus piernas respondieron por si solas, corrió para evitar una tragedia. Agradeció al universo por que el carro que parecía a punto de atropellarlo paró a tiempo.

—Dios mío, tranquilo, pequeño, tranquilo.—Ana estaba de rodillas abrazando al pequeño que estaba temblando, pero ella también sentía que el corazón estaba por salírsele.-Mírame, estas a salvo.

Somos chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora