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1ero de noviembre.

—Ana, levántate.–sentí como me sacudían violentamente.—Ana, levántate.–repetían.

—mmmmm.–gruñí. ¿Quién demonios se atrevía a despertarme?.

—¡Anastasia Rose Steele, levántate de una buena vez!.–abrí mis ojos rápidamente cuando Luke me jaló la sábana para que me despertara. Inmediatamente sentí frío.

—¿Qué te pasa, idiota?.–me senté en la cama para arrebatarle mi sabana.—Eres un imbecil.—agarré una almohada para golpearlo varias veces.

—Piedad.–mi pobre amigo ya estaba en el suelo y yo seguía dándole almohadazos.

—¿Por qué me despertaste?.–dije un poco más calmada. Me acomodé el pelo detrás de mi oreja y me senté en la cama. Ya no había necesidad de estar en el suelo como Luke.

—Tengo hambre.–comenzó a acariciar su estómago.

—Pues prepárate algo, para eso estudiaste.–me acosté nuevamente. Cielos, extraño mi cómoda cama.

—Pero tú tienes mejor sazón.

—Eres un maldito flojo. Ahorita voy.

—Gracias, eres la mejor roomie del mundo.—Luke estaba a punto de salir del cuarto, pero me fijé en como estaba vestido.

—Luke.–se giró a verme.–ponte un pantalón, esos bóxers no están lindos.

—Es mi casa, grosera.–se ofendió mientras me modelaba sus calzones blancos con corazones rojos. Dios, era tan cliché.

Me estiré para poder decir que era una persona normal que se despertaba dando los buenos días alegremente y le agradecía al universo. Pero no. Me arrastré hasta la mini cocina, era una persona un poco holgazana cuando se trataba de los días de flojera (por ejemplo hoy, que decidimos no abrir el local). El departamento de Luke era del mismo estilo que el mío, pero obvio el de mi amigo no tenía ese toque hogareño que yo me esforcé en plasmar en mi casa. Diablos, la extrañaba, pero me daba miedo.

El refrigerador de mi amigo estaba casi vacío. Ya entendía porque Luke se la pasaba yendo a molestarme. Prácticamente lo mantenía.
Si un nutriólogo le hubiera dado un vistazo a las alacenas de mi mejor amigo, se hubiera infartado. No es que mis hábitos alimenticios fueran los mejores, pero este chico prácticamente vive de puras cosas enlatadas o de esas cosas que pones en el microondas. Me reí mentalmente, ya sonaba igual a Christian con el tema de la comida.

—Luke, necesitas ir de compras.–grité para que el holgazán que estaba tendido en el sofá me escuchara.

En la nevera pude encontrar unos waffles congelados. Eran perfectos porque no tenía muchas ganas de preparar algo.

—¿Qué vamos a desayunar?.

—Pues encontré esto.–señalé la caja de los waffles mientras esperaba a que el microondas me avisara que ya estaban listos.

—No me pondré exigente. Haré el café.–asentí a lo que mi amigo decía. Al menos ayudaría en algo.

—¿Tienes algo para acompañar esto?.–coloqué nuestro desayuno en dos platos distintos.

Luke abrió su refrigerador sacando un bote de crema batida, después se fue a la alacena donde sacó chocolate liquido. Fruncí el ceño, ¿cómo era posible que casi no tuviera comida pero eso si tenía?. Definitivamente moriríamos jóvenes a causa del colesterol o diabetes.

 Definitivamente moriríamos jóvenes a causa del colesterol o diabetes

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