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"El amor es, simplemente, la denominación del deseo y de la búsqueda del todo". -Platón, el simpioso.

El amor es algo totalmente desconocido para mí; es como una caja Pandora que aún no ha sido abierta, una caja fuerte de la cuál desconozco el código, un laberinto sin salida, un acertijo sin resolver.

Dicen que el amor es un sentimiento maravilloso y precioso, el sentimiento más puro y sencillo que alguien seria capaz de experimentar.

Los antiguos griegos creían que los humanos tenían cuatro brazos, cuatro piernas y una sola cabeza con dos caras. Éramos felices. Completos. Tan completos que los dioses, temiendo que necesitáramos alabanzas, nos dividieron en dos. Así, nuestras mitades quedaron deambulando tristemente, esperando eternamente.

Esperando

Añorando

y anhelando a la otra mitad de nuestra alma.

Dicen que, cuando una mitad encuentra a la otra, hay un entendimiento inmediato e implícito. Una unidad, tu complemento, como el Sol lo es con la Luna, la noche con el día, el blanco con el negro o la oscuridad con la luz, y cada una no conocería alegría más grande... que esta.  ¿Cuándo te das cuenta  que realmente amas a alguien, al punto de poder arriesgarlo todo por esa persona?. Creo que nunca nos damos cuenta del momento exacto en que comenzamos a sentirlo, simplemente... Lo sabemos; y eso, es lo hermoso del amor.

—Claro, pero los antiguos griegos no sabían de lo que hablaban.–dijo Christian en cuanto terminé de leerle un ensayo que había realizado para la única clase de literatura que he tomado en mi vida.

—¡No te burles, tonto!.–dije mientras le daba un suave golpe en su pecho desnudo.—Tú pediste que te leyera algo de mi juventud.

—Pero no pensé que a esa edad fueras tan romántica.

—Christian, yo te conocí cuando aborrecías la idea del amor.

—¿Qué puedo decirte, Ana?. Me cambiaste.–sonrió mientras acercaba su rostro para besarme.

Estábamos acurrucados, mientras yo le daba ideas para próximamente leérselas a Teddy en la hora de dormir.

—De todas maneras, creo que Teddy preferiría leer Pinocho o algo así.

—Si.–arrugó su nariz en una mueca.—Aún es muy pequeño.

—Siempre será mi pequeño.–sonreí mientras llevaba mi mano a mi vientre para acariciarlo.

—Volviendo a tu escrito...

—Si vuelves a reírte, te golpearé con mi pantufla.–Al estar acostada en su pecho, su risa hizo eco en toda mi oreja.

—Ana, ¿Eres feliz?

—Pues hasta el momento no me desagrada la idea del amor.–reí burlona.

Esa vez que me lo preguntaste no te contesté como me hubiera gustado.
Soy feliz, Christian. Me haces feliz.
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