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—Maldita sea, Kate.–Susurré mientras guardaba mi celular. Ya le había marcado más de 5 veces a mi amiga y me seguía mandando al buzón.

Déjenme los pongo en contexto. En cuanto llegamos al jardín donde sería la fiesta, le pedí a Kate que no me abandonara

—Kate, eres mi única amiga en este lugar, no me dejes abajo.–Le dije mientras me bajaba de su auto.

–Cuídalo mucho, guapo.–Le guiñó el ojo al joven que agarró las llaves de mi amiga para estacionarlo y cuidarlo.—Ay Ana, no tienes de qué preocuparte, aquí estoy. Solo sígueme el ritmo y no te pierdas.—Me agarró del hombro mientras me sonreía para calmarme.

Mi amiga sacó su Celular para tomar algunas fotos, obviamente me obligó para que saliera en algunas. Nos adentramos al lugar y yo solo veía como Kate posteaba cosas en sus redes sociales. La perdí de vista en cuanto yo saqué mi celular por las notificaciones de la foto en la que Kate me había etiquetado.

Traté de no entrar en pánico, total, si no me contestaba las llamadas no significaba que era una mala señal. Después la encontré en una multitud, saludando y desenvolviéndose. Ella estaba en su área, yo no podría ni entablar una conversación. Volteó a verme, me dio una sonrisa en forma de disculpa, le hice un gesto de que no importaba y de que buscaría algo para beber.

—¿Champagne, señorita?.–me preguntó un mesero. Agarre una copa y le di las gracias antes de que desapareciera.

—Anastasia, querida.–Dijo una señora de la edad de mi madre, no la reconocía. Esto quería evitar, saludar y hablar con gente mientras fingía interés.—Que hermosa estás, eres idéntica a tu madre.

—Al parecer el antifaz no me mantiene en anonimato.–Sonreí.

Entable una conversación con la señora, dentro de unos 5 minutos ya tenia un grupo de mujeres en donde todas se conocían, riendo de sus aventuras. Me sentía excluida porque sólo podía sonreír y asentir con la cabeza. No me sentía tranquila, sentía una mirada, me incomodaba y ahora si ya había perdido nuevamente a Kate.

—Si me disculpan, tengo que buscar a mi padre.—Me despedí mintiendo mientras ellas seguían riendo, obviamente mi ausencia no les molestaría.

Di varias vueltas por el lugar disimuladamente, mi objetivo era encontrar a mi amiga y evitar a mi padre lo más que pueda. Me rendí y mejor caminé hacia la mesa de postres.

—Esta combinación no es nada sofisticada.-Susurré para mi misma mientras agarraba un trozo de tarta y le daba un trago a mi copa.

—Disculpe, ¿podría decirme si me recomienda estos postres?.–La voz detrás de mi se me hizo tan malditamente reconocida que hasta me volteé con miedo.

—No está mal.–Le sonreí a Christian.

Ahí estaba él, tan jodidamente guapo como siempre. Lucia un traje negro al igual que su máscara, todo en el estaba impecable. ¿Por qué a este hombre todo le favorece?. Maldita sea, debí pensar que él era el tipo de hombre que asiste a estos eventos.

—Crei reconocerte, esos ojos se reconocen en cualquier lugar, Rose.

—Eres la segunda persona que me lo dice.-Frunció su ceño.—Creo que este antifaz no me ayuda mucho.

—¿Qué te trae por aquí?.-Solo me concentraba en sus movimientos al agarrar una trufa.

—Me invitó una amiga.—Otra mentira, me mordí la lengua, ya tengo que parar con esto, decidí cambiar el tema.—¿Y Teddy?.

—Hoy soy un soltero sin responsabilidades.-Dijo dándome una sonrisa.

—Christian, Tengo qué decirte algo.–Iba a contarle las cosas en cuánto llegó mi padre a interrumpirme. Maldita sea, ¿por qué tengo que tener tan mala suerte?.

-—Anastasia, viniste.–Dijo mi padre saludándome con dos besos en el cachete.—Christian Grey, ¿cómo estás?, veo que ya conociste a mi hija.

Me moria de vergüenza, esto no podía ser más cliché. El rostro de Christian estaba serio, se veía confundido.

—¿Anastasia?.-Susurró mientras me veía como si tuviera otra cabeza.—¿Su hija?.

—Así es, ella es Anastasia, ¿no te hablé de ella?. Lamento interrumpirlos pero necesito su presencia en otro lado.—Mi padre me tomó del brazo para que avanzara junto a él, no quería hacer una escena, así que rápido me solté y caminé nuevamente hacia donde estaba ese hermoso hombre confundido.

—Christian.–Le hablé para que volteara a verme. Solo me dio una mirada, negó con su cabeza y se alejó.

Maldita sea, no puede enojarse tanto, ¿verdad?. Espero que al explicarle lo entienda, ¿pero como lo entenderá si ni siquiera yo sé porque no le dije que era una Steele?.

—Suéltame, ¿a donde me llevas?.–Gruñi.

—Vas a ser una buena hija y me acompañarás a saludar a algunas personas.–Mi padre me dio una sonrisa falsa.

—Sabia que para eso querías mi presencia.—Susurré enojada.

Durante aproximadamente una hora me estuvo presentando hacia sus amigos, socios o cualquier otra persona que se le cruzara. No me interesaba escuchar sobre sus negocios, y ya me estaban hartando sus comentarios hacia mi persona.

"Solo sabe hornear"

¿Dónde estaba Kate cuando más la necesitaba para salvarme?, también ocupaba encontrar a Christian para poder arreglar mi engaño.

—Raymond, ¿cómo estás?.—Dijo un señor alto y mayor, saludando a mi padre.

—George, es bueno verte.—Se dieron la mano mientras yo volteaba a los alrededores buscando a Christian.—Esta es mi hija Anastasia.

—Anastasia, cuánto has crecido.— Me sonrío George.—Mira, este es mi hijo Jack.—Me señaló al que suponía que era su hijo.

—Un placer.–Le sonreí dándole la mano, la cual el aceptó.

—Jack, ¿podrías quedarte con Anastasia en lo que tu padre y yo hablamos sobre negocios?.

—Puedo quedarme sola.–Gruñí cruzándome de brazos. Mi papá solo me fulmino con la mirada. Okey, justo ahora me estaba portando como una adolescente.

—No hay problema.-Sonrío Jack mientras nuestros padres desaparecían de nuestras vistas; cielos, ¿no se entume de tanto sonreír?.—¿siempre te hace esto?.

—Hacerme qué?.—Le di un sorbo a mi trago

—Buscarte pareja.

—Me busca un esposo.—corregí riéndome.—No lo enorgullezco lo suficiente, si me caso ya no sería una vergüenza para él.— Alcé mis hombros restándole importancia.

—Dímelo a mi.–Suspiró mientras le agarraba dos copas más al mesero que pasaba.

—¿También Avergonzaste a tu padre?.—Le dije mientras aceptaba la copa que me tendía.

—Soy editor.—rio.— Lo avergoncé desde el momento que renuncié a seguir con el trabajo familiar. Creo que piensa que soy gay.

—Dímelo a mi. Soy repostera, y al parecer es un crimen que a mis 21 siga sin marido.—Reímos juntos.

Somos chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora