28

3.6K 305 19
                                    

Pov Anastasia:

—¿Venimos hasta aquí solo para admirar la vista?.– Christian asiente.— Es maravillosa, señor grey. Muchas gracias. — Yo seguía asombrada por lo que estaba viendo.

—Te mereces un poco de aire fresco, Ana.

Aquí estábamos, los dos acostados sobre unas mantas en un espacio que Christian había conseguido. Nos encontrábamos lejos de todos, solo nosotros. Desde aquí podía verse toda la ciudad, se veía tan pequeña, tan iluminada.

Era un momento muy íntimo, y no porque estuviéramos haciendo algo malo. Éramos dos amigos charlando en la oscuridad, solo con las estrellas de testigo. Hablamos de todo lo que se nos venía a la mente. Historias ridículas y chistosas de la infancia, le conté un poco sobre mi adolescencia y también hice chistes sobre su edad (la diferencia de edad no era mucha, pero ahí estaba). Me contó de algunas anécdotas de cuando Teddy era un poco más pequeño. Como cuando tuvo que aprender a cambiar pañales o la primera vez que lo vomitó cuando le sacaba el aire. Yo lo admiraba, no la tuvo fácil y menos al tratar de ser madre y padre a la vez.

Yo agradecía lo que Christian estaba haciendo por mi el día de hoy, Éramos dos amigos tratando de conocerse más.

—Tengo una obsesión con el cielo.– susurré.

—¿Cómo?.– Christian se veía tan relajado, hasta tenía sus ojos cerrados.

—Me gusta mucho observarlo, en todas sus presentaciones. Los colores del cielo son una obra de arte, mis momentos favoritos son cuando contemplo los atardeceres, por cómo se mezclan sus colores.

—Nunca lo había visto de esa manera. Cada que hablas sobre algo y me das tu punto de vista, me hace darme cuenta que yo antes veía todo de la misma forma. Todo era aburrido.

—Podría hablar horas y horas sobre el cielo, es inspirador.

—¿Qué te lo impide ?, tú habla.– Dijo animándome.

—Va a parecerte absurdo y creerás que soy ridícula.

—Anastasia, todo lo que sale de tu boca es inteligente y créeme que es todo un deleite escuchar. No eres ridícula.– lo mire acusatoriamente y él soltó una risita. —Bueno, eres divertida, que es diferente.

—Me gusta observar el cielo de noche,las estrellas me recuerdan que aún hay cosas buenas por las que vivir.–ahora Christian me veía serio, ¿ya se había dando cuenta de lo rara que era?.—¿Pasa algo?.

—Te lo repito, Anastasia. Tú ves belleza hasta en lo más simple.–Christian hizo una pausa dudando.–Con razón aceptaste ser mi amiga.—bromeó, pero recibió un golpe directo a su hombro de mi parte.–Casi no te escucho decir cosas tristes.

—Hubo una época oscura de mi vida, donde yo era una persona muy deprimente y negativa. Recuerdo que a los 16 años tenía unas estrellas fosforescentes en el techo de mi cuarto, y siempre las veía pidiendo que el dolor se fuera. Mi mamá se había ido de la casa dejándome con mi papá, creo que fue una época horrible.–Christian empezó a acariciar mi mano. Eso me agradaba de él, que podía desahogarme sin sentirme presionada.—Y todas las noches le hablaba a la luna, tenía que aferrarme de algo.

—Creí que toda tu vida fuiste así de feliz.

—No, Christian. Todos tenemos derecho a estar tristes, pero no podemos estar atascados. No estaremos todo el tiempo felices, somos humanos. Si no fuera por la tristeza, no conoceríamos la felicidad.

—vaya, somos como el yin y el yang.—Ahora era mi turno de verlo confundida, Christian se aclaró la garganta para seguir hablando.—Me recuerdas mucho a eso.Es el equilibrio entre lo bueno y lo malo; es decir, el entendimiento de que en todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo hay algo bueno

Somos chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora