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—Por el amor de Dios, ¿no puedes conducir más lento?.–dijo Luke mientras se removía incómodo de su asiento por pasar tanto tiempo sentado.

—¿Eres ciego o no ves el tráfico?.–respondí mientras apretaba el volante, me estaba poniendo de mal humor.

Luke me acompañaba a recoger de la escuela a Theo.
Christian y Taylor estaban atrapados en una reunión, no alcanzaban a llegar con tiempo y por eso Chris me pidió el favor. En toda la semana, este era el único rato que Luke y yo teníamos libre, aceptamos porque queríamos salir un poco para respirar aire fresco y estirarnos.

Pasamos un excelente fin de semana, pero como siempre, uno tiene que volver a su realidad. Esta semana estuvimos bajo mucho estrés en la repostería, y al parecer Christian también estaba lleno de trabajo.

Las cosas en el local estaban tensas, y la verdad era por mi culpa. Solía estar muy distraída y en la cocina me estaba volviendo un desastre.

—Anastasia, ¿quieres envenenarme?.–Luke escupió en una servilleta el trozo de pastel mientras hacía gestos de disgusto.—Esto está asqueroso.

—¿Qué tiene de malo?.–dije ofendida.—Luke, yo lo probé. Eres un exagerado.

—¡Está incomible!, ¿volviste a confundir con la sal y el azúcar?.

—¡Solo una vez me sucedió eso!.

—Ana, todos los que trabajamos aquí probamos de ese pastel y créeme que inclusive el café que hiciste en la mañana sabía mal. No podemos vender esto.

—Luke...

—Ana, escúchame.–puso su mano en mi hombro cariñosamente.—Te quiero y sabes que adoro todo lo que tú cocinas.–Reí porque se acarició el estómago.— Te aprecio, por eso tengo que ser honesto contigo, y tengo que decírtelo de la forma más amable porque últimamente tienes un genio de los mil demonios.–Rodé los ojos, estaba harta de que todos me trataran con delicadeza solo porque según andaba muy "sensible".

—Ve al grano.

—Ese bocado fue una de las peores cosas que he probado.–Luke habló pausadamente.—Y fíjate que mi estómago ha aguantado muchas cosas asquerosas.–su mirada se perdió un poco, supuse que su mente se apoderó de él mostrándole algunos recuerdos.

—¿Qué?.–dije incrédula.

—¿Segura que hoy no se te cayó nada en la comida?.–siguió insistiendo.

—¡No volví a confundir los condimentos!, te juro que no es sal, es azúcar y un poco de canela.–mi voz se quebraba por la frustración.–Probé el bizcocho en todo momento de su elaboración.

—¿Te sientes mal?, ¿estás enferma?. A veces el resfrío, la gripe o hasta las alergias afectan las papilas provocando que se te dañe un poco el sentido del gusto.–Luke comenzó a toquetear mi frente para comprobar mi temperatura.—A lo mejor estas pasando por una recaída.

—El doctor dijo que estaba bien.

—¿Hace cuánto?.–Luke parecía periodista.–Anastasia, no estás comiendo bien, y si llegas a comer lo haces en exceso. Siempre estás cansada y de mal humor, tienes unos cambios de ánimo que ni yo puedo seguirte el ritmo.–Comenzó a enumerar las cosas con los dedos.—Andas en las nubes, te duele mucho la cabeza y no me digas que es por el estrés, a cada rato te mareas...

Somos chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora