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23 de noviembre.

No pasaron 2 días, ni siquiera 3. Ya habían pasado casi 2 semanas desde la ultima vez que vi a Christian, no tenía el valor todavía para acercarme. Además, Elliot me había dicho que Christian estaba casi siempre en viaje de negocios solo para despejarse un poco. Si, Elliot y Kate me visitaron junto con Luke, al parecer querían comprobar que seguía con vida.

Había recibido llamadas de Grace y Mía, me dijeron que no me guardaban rencor, pero que por favor regresara con Christian porque estaba insoportable. Estaba avergonzada con ellas, no me merecía que me siguieran tratando como si fuera de la familia.

Cuando al fin me sentí con ánimos y saqué la fuerza para levantarme, decidí regresar a mi negocio. Ya tenía que echarle una mano a Luke y yo también necesitaba tener mi mente ocupada. Me había tomado mi tiempo para recuperarme porque no quería que mis sentimientos influyeran en la cocina, no quería también arruinar mis postres (solo eso me faltaba).

Vanessa, Aitana y Luke me recibieron casi casi con aplausos. Bueno, Luke no fue tan amable.

—Dios mujer, pareces un fantasma.–Criticó sin piedad.—Eres más ojeras que cara, y sin duda adelgazaste.

—Okey, ya entendimos.–bufé avergonzada.

Si, aceptaba que la gripa me había tumbado fuertemente. No tenía apetito, porque había perdido el sabor y no solía dormir mucho, ni siquiera por las noches (ya ven que también amaba dormir pequeñas siestas en el transcurso del día) porque la nariz tapada parecía querer matarme. A este paso no sabía si me mataría el congestionamiento o el recuerdo de Christian.

Mátenme ese recuerdo de ese amargo amor.

—Ana, tienes que probar esto.–al mostrador llegó Luke con un plato en su mano y el tenedor en su boca.

—¿Qué es eso?.

—Hice este pastel ayer y sobró un poco.–me le quedé viendo a la rebanada de pastel que había en su plato.

–me le quedé viendo a la rebanada de pastel que había en su plato

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Pastel de Selva Negra....
Chocolate por fuera y una sorpresa por dentro.

—No tengo hambre ahorita, gracias.–aparté el tenedor que Luke me ofrecía.

—No me ofendo. Más para mi.—mi amigo siguió comiendo sin preocupaciones.

—¡Tengo una idea!.–me sentía con alegria.

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