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—Te digo que es una mala idea.

—Es un chico, no un cocodrilo. No te va a hacer nada.

Eché otro vistazo fugaz al susodicho. A simple vista no parecía peligroso, pero... bah, ¿a quién quería engañar? incluso su espalda me imponía, y su postura relajada parecía estar a punto de romperse en cualquier momento para acabar convirtiéndose en un monstruo capaz de arrasar con todo. Lo cual, de hecho, era lo común en él.

—¿Qué porcentaje de fiabilidad tiene esa afirmación, eh?

Yeri se quedó pensando unos segundos antes de volver a responderme. A mi alrededor, los estudiantes parloteaban o hacían el tonto, ajenos a lo que yo estaba a punto de hacer. Y estaba segura de que, cuando más de uno me viese acercarme a ese troglodita, se iba a echar las manos a la cabeza.

—Eh... ¿un cincuenta por ciento? —respondió mi amiga, arrugando las cejas con inseguridad.

—Has perdido, tienes que ir —insistió el chico a mi lado.

—Tae... —me quejé.

—Una apuesta es una apuesta, Roa.

Tomé todo el aire que mis pulmones fueron capaces de sostener y lo solté poco a poco mientras me hacía a la idea de mi próximo movimiento. No sabía cómo me las arreglaba para acabar haciendo siempre esas gilipolleces. O tal vez es que mi vida se componía de un cúmulo de gilipolleces que la convertían en lo que era; un completo y absoluto sinsentido.

—Está bien, pero si cruzo los dedos así. —Elevé dos de mis falanges en el aire y los crucé justo delante de sus ojos—. Llamad a la policía.

No les dejé responder, simplemente me aventuré a lo que parecía ser mi inalterable destino.

Jeon Jungkook estaba apoyado sobre el alfeizar de la ventana del pasillo, mirando hacia el patio con la misma expresión de siempre. Es decir; ninguna. Ese chico estaba muerto por dentro, y si alguna vez había demostrado alguna emoción en público, solo había sido la ira y la furia más absoluta cuando alguien le tocaba mucho los cojones. Lo que, para él, podía ser simplemente respirar a menos de dos metros de su persona. Aunque, a decir verdad, yo misma estaba a punto de asaltarle y poner en peligro mi integridad física a sabiendas de que estaría incumpliendo una de sus normas no escritas.

¿Que por qué me acerqué a ese neandertal? Fácil, había perdido la apuesta sobre quién sacaría más nota en el examen de inglés y tuve que pagar las consecuencias. Porque, claro, mi bocaza siempre impulsiva no se pudo callar. Se me daba fatal el inglés, ¿por qué demonios aposté a que sería yo la que sacaría la nota más alta? Tal vez pensé que aquello sería un aliciente para estudiar más, pero había sacado un puto tres y medio. Deplorable.

—Ey... —saludé al chico cuando me posicioné a su lado—. ¿Qué tal el día?

Me apoyé junto a él en la ventana y anticipé su reacción, que, para mi sorpresa, fue más suave de lo que esperaba. Jeon giró su cuello muy lentamente, casi como lo haría la niña del exorcista, y sus ojos se abrieron un par de milímetros más de lo esperado cuando me vieron tan cerca de él. Su ceño fruncidísimo, por supuesto.

—¿Qué haces? —escupió, más serio que un muerto.

—Pues ya lo ves... aquí, echando el rato.

—Me estás hablando.

Entorné mucho los ojos y me tomé mi tiempo antes de responder, pues la obviedad que había soltado me resultó tan ridícula que me planteé la posibilidad de que estuviese intentando jugar con mi mente. Solo descarté la idea cuando descubrí que su interés en oír mi respuesta era casi tangible.

Cold as Fire » jjk, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora