El arte del desayuno

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Conocí dos formas de empezar mis días. La primera era ridícula. Me sacaban de mis sueños con violencia con un "arriba-arriba que hay que estudiar" mientras mi madre, que se creía comandante de un orfanato, me arrancaba el calor de las frazadas sin piedad y me atragantaba un pan con huevo cuando escuchaba al bus escolar aproximarse. La otra, mi favorita, era despertar a tu lado. Desde la cálida cama, que aún conservaba tu aroma y forma, disfrutaba el espectáculo de verte a medio vestir. Luego, tomar juntos el desayuno era robarle a la vida unos minutos más de felicidad.

Mis microrelatos - Cabos sueltosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora