Disfrutando los corales

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El único descanso que tenían mis pobres oídos de los alaridos de la casa de locos donde vivía era ir los Domingos a la Iglesia. La combinación de voces graves y agudas de los habitantes del claustro me transportaban a otro mundo por la sincronía de sus voces con las percusiones. Esa música coral me llenaba de calor e incluso hacía bailar a la luz, que cruzaba de un vitral a otro al mismo ritmo de sus altas y bajas. Pero al quedarme cerca de la puerta siempre disfrutaba de otro espectáculo: el exagerado baile del "loquito" de la plaza.


Créditos de Foto: Jan van Eyck Singing angels Ghent CC0062 Poster

Mis microrelatos - Cabos sueltosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora