El único descanso que tenían mis pobres oídos de los alaridos de la casa de locos donde vivía era ir los Domingos a la Iglesia. La combinación de voces graves y agudas de los habitantes del claustro me transportaban a otro mundo por la sincronía de sus voces con las percusiones. Esa música coral me llenaba de calor e incluso hacía bailar a la luz, que cruzaba de un vitral a otro al mismo ritmo de sus altas y bajas. Pero al quedarme cerca de la puerta siempre disfrutaba de otro espectáculo: el exagerado baile del "loquito" de la plaza.
Créditos de Foto: Jan van Eyck Singing angels Ghent CC0062 Poster
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Mis microrelatos - Cabos sueltos
Historia CortaEste es una compilación de micro-relatos que inició el 22 de junio de 2020 gracias a un reto iniciado por mis amigos del curso de escritura que tomé en la librería Sophos. Nos propusimos escribir 100 palabras por día. Cada capítulo es único y no tie...