La inutilidad de matar al mensajero

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La mayoría de veces nos quieren y atesoran. Hacemos reir, llorar, suspirar y viajar. No mentimos, sólo mostramos historias congeladas. Con el tiempo nos llega la vejez, nos afecta el sol, la humedad y ahora, los virus. Pocos soñamos con la posteridad. Hay unos seres que no toleran el impacto de evocar momentos vergonzosos, desamores y malos peinados con sólo vernos. Nos destruyen con coraje creyendo que les ayudará a olvidar. A veces nos lloran después del daño. No entienden que son ellos los que nos ven diferente a como nos veían al lanzar el disparo que nos dio vida.

Mis microrelatos - Cabos sueltosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora