Se supone que los domingos podemos dormir más, desayunamos en pijama y no hay prisas por ir a ningún lado. Es un día de paz y descanso. O eso era antes de que se mudaran los vecinos. Ahora cada domingo la rutina empieza temprano porque escuchamos una campanilla sonar. Son esas hermanitas traviesas que salen temprano en su bicicleta. La grande pedalea con esfuerzo hacia la panadería ubicada en la colina y la pequeña va sentada en la canasta de enfrente y entre risas toca la campanilla aún en contra de las instrucciones de su madre. La entiendo, ¡imposible resistirse!
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Mis microrelatos - Cabos sueltos
Historia CortaEste es una compilación de micro-relatos que inició el 22 de junio de 2020 gracias a un reto iniciado por mis amigos del curso de escritura que tomé en la librería Sophos. Nos propusimos escribir 100 palabras por día. Cada capítulo es único y no tie...