Bienvenida

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Sus ojos viajan sobre los míos buscando algo en concreto, mantiene el ceño fruncido, está confuso por mis palabras y no sabe si corresponder. Posa su mano derecha en mi mejilla dándole caricias con el pulgar, no aparta la mirada ni un segundo, lentamente se acerca y comienza un tierno beso, desenfadado y deseado. Nos movemos en sincronía, gira sobre sí dejándome bajo él, de nuevo recorre mi cuerpo con su enorme mano, parece no cansarse de repetir lo mismo una y otra vez. Abro los ojos para prestar atención al entorno y me río cortando el momento.

- ¿Qué es este cuarto? No me digas que viste Cincuenta Sombras de Grey y te sentiste identificado o algo por el estilo.

- No me las he visto, preferí el libro -Admite captando mi atención-. Y esto es una tapadera.

Frunzo el ceño inclinándome sobre mis codos para observar mejor, no veo nada fuera de lo normal, el arma no es lo ideal cuando se entra a un cuarto rojo pero tampoco desentona. Se levanta con cuidado ofreciéndome su mano, me guía hasta el armario abierto y tira un arma del estante de arriba, muestra un fino hilo colgando de ella que al tirar ha empujado algún mecanismo y ahora el mueble se desplaza hacia adelante. Une la habitación con una de las puertas cerradas del pasillo, en su interior hay métodos de tortura, cámaras de vigilancia de algunos establecimientos, radios conectadas, teléfonos que no se pueden rastrear y un par de Walkie Talkies que se comunican entre sí. Una silla al fondo con un gran foco alumbrando, algunos amarres anclados a la pared, varias armas preparadas en fila, fotos de personas que desconozco, una cámara vieja y un ordenador que parece trabajar solo pasando varias páginas con velocidad.

- Aquí es donde trabajo -Presenta alzando las manos orgulloso-. La puerta de madera solo lleva a un trozo de pared, es decorativa, si la policía consigue algún dato o un rastreo, no podrán encontrar el lugar exacto solo una inofensiva habitación del placer.

- Eres una caja de sorpresas.

Admito que estoy sorprendida, incluso asustada. Parece que tiene bastante trabajo, muchas personas a su disposición y se lo ha montado todo de maravilla. Salimos colocando todo en su sitio, vuelve a cerrar la puerta roja con llave y suspira antes de encaminarse hacia abajo. El teléfono suena en su bolsillo trasero y no tarda en contestar, mantiene una charla agradable con alguien al otro lado, ríe y niega divertido.

- ¿Trabajo? -Pregunto al verle colgar.

- Era Rubby, quiere que te unas al equipo.

- ¿Y eso por qué?

- Puede que le haya dicho que formas parte de la familia -Disimila jugando con sus dedos, no le da importancia a mi reacción-. Quiero decir, que eres mi novia.

- ¿Ah sí? No recuerdo aceptar una petición.

- Creí que quedaba claro.

- Quizás -Me ruborizo al pensar que he comenzado una relación con él, inesperadamente-. ¿Pero él sabe que yo...?

- Lo sabe todo.

No vacilo en aceptar el puesto, dadas las circunstancias no puedes juntarte con un asesino y evitarlo, al final siempre te salpica algo, por experiencia propia. Pronto me enseña la otra puerta que quedaba cerrada, es un gimnasio personal con una zona de tiro, me da una copia de la llave y un uniforme negro advirtiéndome de que debo tenerlo puesto siempre que salga en la furgoneta con los demás hombres, ya que es a salvo de balas.

Cenamos en silencio, no puedo creer cómo una decisión ha vuelto a cambiarme la vida, cómo las cosas se tornarán diferentes, tendré que entrenar duro, ser indestructible, soltar toda la furia interna, pero también debo ir a trabajar al Hospital, es algo que dejé claro.

A la mañana siguiente ahí me dirijo, cansada y con dolor de cabeza pero no tardo en llegar gracias a un taxi que pudo encontrar el frondoso camino hasta casa de Harry. Una paciente pasa a rastras de otro médico, tiene la piel verde, los labios morados, las uñas azules, tiembla y mantiene los ojos cerrados con varias espasmos.

- Veneno botulina -Dice en cuanto la posa en mi vista.

En seguida busco una jeringuilla con los mil remedios etiquetados, se la paso corriendo y la inyecta en el pecho, tan profundo y fuerte que parece partirle el corazón. La respiración de la mujer comienza a normalizarse sin perder el aspecto con el que ha llegado.

- ¿Por qué quisieron envenenarla? -Pregunto colocándome en cuclillas frente a ella, calmándola.

- Mi marido... -Suelta aire y coge una bocanada-. Él está en problemas.

- ¿Qué clase de problemas?

- Le... Quieren matar...

- ¿Qué ha hecho su marido para eso?

- Se metió... Con un pez gordo...

- Y usted era un blanco fácil para una advertencia -Afirmo y asiente-. Tiene que ir a la policía, debe contarles lo mismo.

- ¡No! Esto debe quedar entre nosotros, sino me mataran de verdad.

- Ha estado a punto de perder la vida -Dice Jon que la ha traído-. Eso es suficientemente grave para tomar actos.

- ¡No!

Se levanta como puede y comienza a correr pero el ruido del cristal la detiene, o quizás se detuvo al recibir una bala en la espalda. Cae al suelo sangrando, Jon se agacha para presionar y llamar a gritos a varios enfermeros que entran llevándola en carga, miro el hueco que ha provocado en vacío y me lleva al jardín trasero donde los ancianas pasean y no parecen haberse dado cuenta de lo sucedido. Intento divagar por la zona pero no encuentro nada, nadie que pudiera tirar desde tan lejos y acertar, debe tener un francotirador y estar colocado en lo alto de la colina o es imposible que pasara. Llamo a Harry desde el teléfono de la clínica, lo coge al segundo toque y se le oye entrecortado, tiene la respiración agitada como si hubiera salido a correr y el viento azota el móvil.

- Hola Fallon, ¿Ocurre algo?

- Han disparado en la clínica -Digo rápida mirando hacia atrás.

- Em... ¿Te han dado?

- No, pero a una paciente sí, vino bastante mal.

- ¿En qué sentido?

- No nos contó mucho.

- ¿Pero dijo qué le ocurría?

- Tenía veneno en el organismo, dijo que su marido estaba en problemas y que si lo contaba la iban a matar.

- Pues no fue muy lista si os lo contó.

- ¡Harry! -Digo en forma de riña-. Si te he llamado es para que me digas qué hacer, no quiere ir a la policía y no he visto a nadie desde la ventana.

- ¿Segura?

- ¡Sí!

- Mira de nuevo.

Me giro sobre mis talones, de nuevo recorro todo el espacio que tengo a mi alcance, entonces me quedo en silencio, un escalofrío recorre mi columna vertebral y siento que me fallan las piernas pero no tomo asiento.

Harry se encuentra alzando una mano en forma de saludo divertido, en la otra tiene un francotirador M82, muestra una amplia sonrisa como si no estuviera cargando la sangre de una mujer a sus espaldas. Está lejos pero ahora que se deja ver es sencillo distinguirle, vuelvo a colocar el teléfono en mi oído y suelta una carcajada.

- ¿Te ha gustado el espectáculo?

- ¿Tú...?

- Gracias por ser una buena distracción, has estado rápida con el antídoto.

- ¡No puedes hacer eso mientras estoy trabajando!

- Claro que sí, el plan era llevarla hasta tu clínica para tenerla en buena posición antes de disparar.

- ¿Tú la envenenaste?

- Bueno en realidad fue Rubby, pero más o menos.

- ¿Estás loco? -Grito tanto que me altero.

- Bienvenida al equipo.

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