Estoy de rodillas frente él que se encuentra sentado en el borde de la cama mirándome desafiante. Agarra la pastilla que dejó antes sobre la mesa, me indica que saque la lengua ampliamente para introducirla, me ayuda a beber un poco de agua y espera a que el efecto se haga notar. Se levanta para cerrar la puerta con llave, igualmente no podré hacer nada bajo los síntomas que están emergiendo de mi interior pero se asegura.
Mi visión comienza a ser punzante, todos los bordes son amarillos pero el lugar es morado tenue como una discoteca intensa. Oigo en eco, me siento dentro de una caja o un pozo viendo la gente pasar desde el interior sin poder gritar o articular. Muestro una sonrisa adormilada que le indica a su perverso juego cuándo puede empezar. Vuelve a sentarse, me toma por la barbilla obligándome a verle aunque es inútil siquiera distinguirle. Enseña esa sonrisa sin dientes tan perversa que la puede cargar el mismísimo diablo, chasquea la lengua tratándome como una niña mala, un padre castigando a su hija rebelde.
- ¿Por qué me mientes Fallon? -Proporciona caricias a mi mejilla para impactar un gran golpe, una bofetada tensa que me hace girar hacia el lado-. ¿Crees que me gusta hacerte esto, verte así?
Niega con la cabeza divertido, me intenta colocar de la misma forma mientras siento el ardor en el lugar pero no soy capaz de sobar la zona. Se quita el cinturón, lo arrastra muy lentamente alrededor de su cadera y cuando lo tiene totalmente libre lo lanza en tensión contra mí, impacta en mi cuello dejando al instante una marca gruesa casi negra, un quejido sale de mi boca pero apenas me percato ya que incluye una patada para recostarme en el suelo. Surgen pequeños espasmos por la conmoción contraída, quiero hacer algo pero la pastilla me deja inmóvil y a su merced, solo puedo seguirle con los ojos. Luego de caminar inquieto por la habitación rompe en desquicio lanzando el vaso donde antes bebí contra la pared, los cristales salpican en mi cuerpo, dirige su mirada hacia estos y los vas recogiendo con cuidado.
- No me hagas enfadar, pequeña. Sabes que te quiero ¿Verdad?
Asiento con una sonrisa en mi cara, apenas sé qué hago. Le reconforta verme así, es su manera de tranquilizar las aguas que él mismo surcó. Impacta su bota de cuero contra mi cachete, gira mi cara a un lateral y presiona contra el suelo viendo como me pisa poco a poco pegándome más.
- ¿Por qué me mientes maldita zorra? -Masculla, apenas se le entiende entre dientes-. ¡Te lo doy todo, compórtate! Te lo voy a preguntar, una sola vez, cariño -Se agacha de cuclillas deshaciendo su peso de mi cabeza, respiro con dificultad pero no le importa, sabe que sigo viva y eso le basta-. ¿Conoces al panadero?
Mando órdenes a mi cuerpo por mi propio bien, hablando conmigo misma sobre lo que es mejor, quiero decirle que no, me peleo con mi cerebro y músculos para hacerlo pero asiento, feliz como si no acabara de sentenciar mi propia muerte.
- Eso creí -Suspira tirando un mechón hacia atrás-. ¿Quién es?
- A... -Me abofetea para que reaccione más rápido, él me droga y se impacienta con su propia medicina. Tira de mi cabello levantándome a su altura, arruga la nariz con furia respirando en mi cara desquiciado, solo sonrío atontada-. Asesino.
- ¿Cómo dices?
Me suelta de golpe contra el suelo, no me esfuerzo en oponer mis manos para un menor impacto.
- ¿Por qué conoces a un asesino?
- Yo... -Me señalo al pecho débil, una pequeña risa sale de mis adentros sin saber cómo-. Asesina.
Frunce el ceño para dar paso a una enorme sonrisa seguido de una risa indescriptible, no está enfadado pero tampoco convencido, solo confuso y le divierte los efectos que muestro. La pastilla no me permite mentir, lo sabe, está nervioso también pero prefiere opacarlo.
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Falling
RandomDesconocedora de la avaricia de un padre obsesivo con su hija tendrá que verse envuelta en sangre y descubrir porqué fue educada para matar y qué le ocultaron durante toda su vida. Alguien que en un principio no está conectado con ella la ayudará de...