- ¿Llegamos al final? -Dice la doctora con una dulce voz tranquilizadora al terminar de leer las cincuenta y tres páginas que su paciente le ha dado.
- Sí.
- Sabes que no ha sido real, ¿Verdad? -Ella asiente apenada, ha vuelto a la realidad después de su dosis diaria.
Se encuentra amarrada en una silla de fuerza, no intenta escapar, está muy serena esperando que la mujer avanzada de edad le deje ir por los enormes y ecos pasillos hasta su habitación de seguridad, donde al menos ahí puede hablar con algún médico o segurita que vaya a medicar a un paciente interno.
- Debo reconocer que fue difícil encontrarte -Admite sutilmente guardando los folios en un cajón con llave-. Has matado a treinta y cuatro personas alrededor del condado, viendo desde tu perspectiva lo que has vivido me cuesta asimilar cómo fue exteriormente. Cuando encontraste a esa niña, su padre era un panadero de oficio, lo amarraste dando órdenes como si estuvieras con alguien más -Prende una pequeña pantalla donde se visualiza una cámara de seguridad apreciando a la joven arrastrando por la niña-. La asustaste mucho, le contaste sobre tus batallas con ese tal Harry, menos mal que su madre reaccionó a tiempo para ir a buscarte.
- ¿Qué pasó cuando estaba en Nueva Zelanda?
- Nunca has salido del país -Muestra una mueca reconfortante-. Te moviste hacia el Norte, allanaste una casa mientras retuviste a su dueño, luego lo mataste.
Una lágrima corre por la mejilla de la chica, no porque se sienta culpable, no era consciente entonces de lo que hacía ni cómo sucedían las cosas, sino porque lo sintió real.
- Necesito que me hagas una corta presentación de ti, para saber que estás en tus facultades y te estás tomando los medicamentos -Ella asiente apenada, hace meses, que parecen años, que no se tomaba una sola pastilla de aquél lugar.
- Mi nombre es Atenea Coeh, tengo veinticuatro años, nací en Colorado junto a una familia de acogida -Juguetea con nerviosismo con sus manos, pasa su mechón de pelo tras la oreja sin atreverse a mirar lo que apunta la doctora tan deprisa-. Sufro alucinaciones, me hacen creer que estoy en un mundo que no existe -Admite dolorida por sus propias palabras-. Dejé de tomarme mi dosis diaria y me escapé rompiendo los barrotes de la ventana del patio superior.
- Muy bien Atenea, has avanzado mucho -Cada frase predicha la marca con un tick, muestra su mejor sonrisa-. ¿Sabes quién es Fallon Persh?
- La protagonista de mis alucionaciones.
- Osea, tú -Asiente un poco dudosa-. Creías ser alguien diferente, ¿De dónde sacaste el nombre?
- Es el nombre de mi hermana gemela.
Ambas mantienen un silencio, no es incómodo, solo inspeccionan el nuevo dato.
- ¿Tienes una hermana gemela? -Apunta a toda prisa en el borde del papel la información.
- Sí, nos separaron al nacer, ella se quedó con mi verdadera familia.
- ¿Y qué pasó?
- La maté.
La doctora dedica una mirada nada aterrada a la paciente, sigue apuntando todo lo necesario para comprenderla, aunque ya hace años que la conoce.
- ¿Crees que inconscientemente usas su nombre porque te sientes culpable?
- O por envidia -Aclara.
- ¿Eras consciente de que era el nombre de tu hermana?
- No, yo me sentía ella, me sentía la verdadera Fallon.
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Falling
RandomDesconocedora de la avaricia de un padre obsesivo con su hija tendrá que verse envuelta en sangre y descubrir porqué fue educada para matar y qué le ocultaron durante toda su vida. Alguien que en un principio no está conectado con ella la ayudará de...