Capítulo 42

4.6K 260 63
                                    

CUARENTA Y DOS

El expreso de Hogwarts aminoró la marcha hasta detenerse en la estación de Hogsmeade, que estaba completamente oscura

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El expreso de Hogwarts aminoró la marcha hasta detenerse en la estación de Hogsmeade, que estaba completamente oscura. Cuando se abrieron las puertas del tren, se oyó el retumbar de un trueno. Yo tomé la jaula de Crott y lo coloqué debajo de mi túnica, Hermione envolvió a Crookshanks con su capa, y Ron dejó la túnica de cubriendo la jaula de Pigwidgeon antes de salir del tren bajo el aguacero, bajamos con la cabeza inclinada y los ojos casi cerrados. La lluvia caía entonces tan rápida y abundantemente que era como si nos estuvieran vaciando sobre la cabeza un cubo tras otro de agua helada.

—¡Eh, Hagrid! —gritó Harry, viendo una enorme silueta al final del andén

—¿Todo bien, chicos?—gritó Hagrid, saludándonos con la mano—. ¡Nos veremos en el banquete si no nos ahogamos antes!

Era tradición que los de primero llegaran al castillo de Hogwarts atravesando el lago con Hagrid.

—¡Ah, no me haría gracia pasar el lago con este tiempo! —aseguró Hermione enfáticamente, tiritando mientras avanzaban muy despacio por el oscuro andén con el resto del alumnado. Cien carruajes sin caballo nos esperaban a la salida de la estación. Harry, Ron, Hermione, Neville y yo subimos agradecidos a uno de ellos, la puerta se cerró con un golpe seco y un momento después, con una fuerte sacudida, la larga procesión de carruajes traqueteaba por el camino que llevaba al castillo de Hogwarts.

Los carruajes atravesaron las verjas flanqueadas por estatuas de cerdos alados y luego avanzaron por el ancho camino, balanceándose peligrosamente bajo lo que empezaba a convertirse en un temporal. Pegando la cara a la ventanilla, podía ver cada vez más próximo el castillo de Hogwarts, con sus numerosos ventanales iluminados reluciendo borrosamente tras la cortina de lluvia. Los rayos cruzaban el cielo cuando nuestro carruaje se detuvo ante la gran puerta principal de roble, que se alzaba al final de una breve escalinata de piedra. Los que ocupaban los carruajes de delante corrían ya subiendo los escalones para entrar en el castillo. También nosotros saltamos del carruaje y subimos la escalinata a toda prisa, y sólo levantamos la vista cuando nos hallamos a cubierto en el interior del cavernoso vestíbulo alumbrado con antorchas y ante la majestuosa escalinata de mármol.

—¡Caray! —exclamó Ron, sacudiendo la cabeza y poniéndolo todo perdido de agua—. Si esto sigue así, va a terminar desbordándose el lago. Estoy empapado... ¡Ay!

Un globo grande y rojo lleno de agua acababa de estallarle en la cabeza. Empapado y farfullando de indignación, Ron se tambaleó y cayó contra Harry, al mismo tiempo que un segundo globo lleno de agua caía... rozándonos a Hermione y a mi. Estalló a los pies de Harry, y una ola de agua fría le mojó las zapatillas y los calcetines. A su alrededor, todos chillaban y se empujaban en un intento de huir de la línea de fuego.

Levantamos la vista y vimos, flotando a seis o siete metros por encima de nosotros, a Peeves el poltergeist, una especie de hombrecillo con un gorro lleno de cascabeles y pajarita de color naranja. Su cara, ancha y maliciosa, estaba contraída por la concentración mientras se preparaba para apuntar a un nuevo blanco.

Mi patronus ¿Una Potter? Parte I -Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora