Capítulo 28

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VEINTIOCHO

VEINTIOCHO

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Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa que de Sirius Black. Las especulaciones acerca de cómo había logrado penetrar en el castillo fueron cada vez más fantásticas; Hannah Abbott, de Hufflepuff, se pasó la mayor parte de la clase de Herbología contando que Black podía transformarse en un arbusto florido.

Habían quitado de la pared el lienzo rasgado de la señora gorda y lo habían reemplazado con el retrato de sir Cadogan y su pequeño y robusto caballo gris. Esto no le hacía a nadie mucha gracia. Sir Cadogan se pasaba la mitad del tiempo retando a duelo a todo el mundo, y la otra mitad inventando contraseñas ridículamente complicadas que cambiaba al menos dos veces al día.

—Está loco de remate —le dijo Seamus Finnigan a Percy, enfadado—.¿No hay otro disponible?

—Ninguno de los demás retratos quería el trabajo —dijo Percy—. Estaban asustados por lo que le ha ocurrido a la señora gorda. Sir Cadogan fue el único lo bastante valiente para ofrecerse voluntario

Lo que menos preocupaba a Hannah y a Harry era sir Cadogan. Los vigilaban muy de cerca. Los profesores buscaban disculpas para acompañarlos por los corredores, a los pasos por todas partes, como un perro guardián extremadamente pomposo. Para colmo, la profesora McGonagall los llamó a su despacho y los recibió con una expresión tan sombría que Hannah pensó que se había muerto alguien.

—No hay razón para que se los ocultemos por más tiempo, Potters —dijo muy seriamente—. Sé que esto les va a afectar; pero Sirius Black...

—Sabemos que va detrás de nosotros —dijo Hannah, un poco cansada

— Oí al padre de Ron cuando se lo contaba a su mujer. El señor Weasley trabaja para el Ministerio de Magia —agregó Harry.

La profesora McGonagall se sorprendió mucho. Miró a los hermanos durante un instante y dijo:

—Ya veo. Bien, en ese caso comprenderán por qué creo que no deben ir por las tardes a los entrenamientos de quidditch. Es muy arriesgado estar ahí fuera, en el campo, sin más compañía que los miembros del equipo...

—¡El sábado tenemos nuestro primer partido —dijo Harry, indignado—.¡Tenemos que entrenar; profesora!

La profesora McGonagall meditó un instante. Harry y Hannah sabían que ella deseaba que ganaran el equipo de Gryffindor; al fin y al cabo, había sido ella la primera que había propuesto a Harry como buscador. Ambos aguardaron conteniendo el aliento.

—Mm... —la profesora McGonagall se puso en pie y observó desde la ventana el campo de quidditch, muy poco visible entre la lluvia—. Bien, les aseguro que me gustaría que por fin ganáramos la copa... De todas formas, chicos; estaría más tranquila si un profesor estuviera presente. Pediré a la señora Hooch que supervise sus sesiones de entrenamiento.

Mi patronus ¿Una Potter? Parte I -Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora